La Fe, una de las tres virtudes teologales, nace de Dios y no es producto del querer humano. Él la concede a quien abre su mente y su corazón a la gracia divina. Los múltiples milagros que Jesús realizó tuvieron como condición que el beneficiado mostrara el asentimiento de la Fe.
La Fe es como un permiso que otorgamos a Dios para que actúe en nuestras vidas. Si Dios nos llama para curarnos debemos despojarnos de nuestra ceguera para que Él lo haga, nos cure. No es cuestión de tener o no tener Fe, pues ella incide en nuestra manera de pensar, querer, juzgar y jerarquizar nuestras acciones.
La Fe te enseña a verlo todo como venido de la mano amorosa de Dios. Ella nos hace más llevadera la cruz del dolor físico o moral, sobre todo este último, porque sólo desde Dios es como aprendemos a perdonar y a pedir perdón.
La Fe, incluso, es medicinal, porque te alivia de la depresión, de la soledad y de las angustias.
Seamos justos vivamos de la Fe.
La Fe es como un permiso que otorgamos a Dios para que actúe en nuestras vidas. Si Dios nos llama para curarnos debemos despojarnos de nuestra ceguera para que Él lo haga, nos cure. No es cuestión de tener o no tener Fe, pues ella incide en nuestra manera de pensar, querer, juzgar y jerarquizar nuestras acciones.
La Fe te enseña a verlo todo como venido de la mano amorosa de Dios. Ella nos hace más llevadera la cruz del dolor físico o moral, sobre todo este último, porque sólo desde Dios es como aprendemos a perdonar y a pedir perdón.
La Fe, incluso, es medicinal, porque te alivia de la depresión, de la soledad y de las angustias.
Seamos justos vivamos de la Fe.
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