viernes, 19 de septiembre de 2014

Barclays valora a Citgo entre $ 7 millardos y $ 9 millardos

Ante el creciente interés sobre la puesta en venta de importantes activos externos de Pdvsa, la firma Barclays realizó un avalúo de Citgo Petroleum Corporation. Del análisis concluyen que el grupo de refinerías y bienes conexos de la empresa, en Estados Unidos, tienen un valor que oscila entre 7 millardos y 9 millardos de dólares.
Hace pocos días se filtró la información de que Pdvsa había recibido ofertas por entre 10 millardos y 15 millardos de dólares para comprar las refinerías. El entonces ministro de Petróleo y Minería y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, también aseveró que Citgo podría venderse en “mucho más” de 10 millardos de dólares. Sin embargo, Barclays considera en su informe que los inversionistas deben tomar en cuenta la eficiencia de los activos al momento de hacer una valoración.
“Las inversiones en bienes de capital de Citgo durante el período 2011-2013 promediaron 140 millones de dólares anuales, lo cual parece ser extremadamente bajo. Calculamos que la compañía ha estado gastando 250 millones de dólares anuales menos de lo requerido en inversiones para mejoras”, dice el texto.
También sugiere tomar en cuenta las posibles complicaciones legales, considerando cualquier litigio en el que Pdvsa esté involucrada y cómo esto puede incidir en el proceso de venta.
Venezuela espera una pronta decisión sobre los reclamos introducidos en el Ciadi, Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, del Banco Mundial, por las empresas Exxon Mobil y Conoco Phillips. Expertos en el área han coincidido en que la venta de Citgo puede estar motivada, entre otros factores, por la posibilidad de embargo que existe sobre esos activos como resultado del litigio.
Citgo posee 3 refinerías en Texas, Luisiana e Illinois, con una capacidad de refinar 749.000 barriles diarios, así como terminales, centros de almacenamiento y estaciones de servicio.

lunes, 15 de septiembre de 2014

El nuevo modelo

Por Alejandro J. Sucre - Publicado por El Universal - Caracas - 14-9-2014

Una economía potente en una nación se va construyendo por sus ciudadanos que canalizan sus energías hacia la producción y creación de bienes que surgen por "inspiración". La variedad de productos en cada sector de la economía, la ampliación hacia nuevos sectores, todo lo positivo que ocurre en una economía parte de individuos que se inspiran en distintas ideas de negocios o de creación de bienes, o nuevos procesos productivos. Los innovadores agrupan inversionistas alrededor de sus iniciativas, y organizan equipos de trabajo para poder emprender y ejecutar sus inspiraciones. Sumar y sumar más iniciativas de todos los ciudadanos con inspiraciones es lo que hace a una nación poderosa. Los gobiernos deben velar por que estas iniciativas no se vean frenadas por grupos monopólicos privados ni estatales. 

Algunas características de la "inspiración" es que es democrática; esto es, se reparte entre los ciudadanos en forma aleatoria, impredecible. Y aunque no igualitaria, la "inspiración" de un ciudadano genera empleo en todos los sectores de la sociedad. Y como consecuencia, en las naciones innovadoras hay una movilidad infinita, lo que impide el estancamiento social. 

Socialismo y emprendimiento 

El expresidente Chávez levantó tanto apoyo del pueblo, en mi opinión, no por la bandera del Socialismo sino por haber roto las amarras que frenaban la movilidad y el emprendimiento desde las bases de la sociedad. En la Venezuela de la IV República, aunque tenía muchas libertades e iniciativas relevantes, subsistían grupos de poder monopólicos privados y una carencia de atención del Estado que frenaban las iniciativas de las mayorías, creando desigualdades crónicas y no coyunturales. No obstante, la fórmula Giordani de Socialismo del Siglo XXI, trasladó estos monopolios privados hacia monopolios estatales (por las mal llamadas industrias estratégicas) y así el burocratismo se ha impuesto. La movilidad social del pueblo (vía Misiones) ha sido más por la vía del consumo que por la vía de la productividad. El igualitarismo del Socialismo del Siglo XXI debe cambiar de modelo para movilizar al pueblo a emprender, no a "depender". El modelo económico en proceso de formación del gobierno debe ayudar a los ciudadanos de menores recursos a entender que ellos también tienen capacidad de crear y de inspirarse y de ser grandes empresarios. Al estilo chino. 

Cómo se va a desarrollar

Con la inyección de dinero inorgánico, sin un gasto fiscal productivo, y un sistema de control de precios y de cambio, sin educación productiva, es imposible incorporar al pueblo al emprendimiento. ¿Cómo se va a desarrollar el turismo poniendo restricciones a la compra de alimentos que frena la actividad de los chefs? ¿Cómo se va a estimular el desarrollo de lanzamiento de nuevos productos en todas las industrias si las llamadas industrias estratégicas están asfixiadas por el burocratismo y vedadas a la iniciativa individual? ¿Cómo desarrollar tecnología si el tiempo de los estudiosos se pasa solicitando permisos de importación a un burócrata? ¿Quién va a invertir dólares para desarrollar nuestras ventajas comparativas en Venezuela si no los puede recuperar? El Plan de la Patria tiene una innumerable cantidad de iniciativas que se pueden realizar en el país; ¿por qué no delegar estas en los ciudadanos y financiarlas a través del mercado de valores?

Debido a los controles y a la inyección clientelar de liquidez monetaria, la renta petrolera no se ha podido canalizar para crear la infraestructura física y educativa que necesita la sociedad venezolana para que desde todos sus sectores surjan ciudadanos motivados a emprender e igualarlos en las oportunidades. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

¿Hará default Venezuela? Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos

CAMBRIDGE – ¿Hará default Venezuela? Los mercados temen que sí. Por esa razón, los bonos de la deuda externa venezolana rinden 11 puntos porcentuales más que los del Tesoro estadounidense, 12 veces más que los de México, 4 veces más que Nigeria y el doble de lo que paga Bolivia. En mayo pasado, Venezuela hizo una emisión “privada” por US$ 5.000 millones en bonos a 10 años con cupones del 6%. Para poder colocarla, tuvo que dar un descuento del 40% por lo que apenas recibió US$ 3.000 millones. La diferencia, US$2.000 millones, es la compensación que demandan los inversionistas por tomar el riesgo del país.

Se aproximan los primeros días de Octubre, en donde el Gobierno de Venezuela debe afrontar US$5.200 millones en pagos de servicio de deuda. ¿Pagará? ¿Tiene suficientes fondos líquidos? ¿Reunirá los fondos mediante una venta apresurada de CITGO, filial de PDVSA, la empresa petrolera estatal de Venezuela?

Es una buena pregunta. Otra pregunta diferente es si Venezuela debería pagar. Es cierto, qué deberían hacer los gobiernos no está totalmente divorciado de qué es lo que efectivamente harán, pues en general la gente hace lo que debe. Pero las preguntas que involucran “debe hacer” traen consigo juicios morales que no están presentes en las preguntas que involucran “hará”, y por eso suelen ser mucho más complejas.

Uno podría decir que siempre que se pueda cumplir con las obligaciones asumidas, eso es lo que se debería hacer. Es lo que la mayoría de los padres enseñan a sus hijos.

Pero el cálculo moral se complica cuando es imposible cumplir con todos los compromisos y se hace necesario decidir cuáles cumplir y cuáles no. Hasta ahora, bajo el ex Presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, Venezuela ha optado por pagar religiosamente sus bonos de deuda externa, gran parte de los cuales están en manos de venezolanos ricos y bien relacionados.

Yordano, el popular cantante venezolano, probablemente tendría un orden de prioridades diferente. Diagnosticado con cáncer hace algunos meses, debió lanzar una campaña en las redes sociales para poder conseguir las medicinas necesarias para su tratamiento. La gran escasez de medicamentos y material quirúrgico en Venezuela es una consecuencia directa de un default de US$3.500 millones del gobierno con importadores de farmacéuticos.

Algo similar ocurre en el resto de la economía. Los retrasos con importadoras de alimentos alcanzan ya US$4.200 millones, lo que ha producido una grave escasez en productos de la canasta básica. En el sector automotriz, el incumplimiento supera los US$3.000 millones, lo que ha resultado en el colapso del transporte por falta de repuestos. A las aerolíneas se les deben otros US$3.700 millones, lo que ha llevado a varias a suspender sus vuelos y redujo la oferta de cupos en 50%.

En Venezuela, los importadores deben esperar seis meses luego de que sus productos pasan por la aduana para poder adquirir dólares previamente autorizados. Dado que el gobierno ha optado por incumplir estas obligaciones, muchos importadores han venido acumulando una abundante cantidad de moneda local. Durante un tiempo, la falta de acceso a divisas fue compensada con préstamos de proveedores extranjeros y casas matrices, pero las deudas acumuladas y las pérdidas debido a las sucesivas devaluaciones han acabado con su paciencia y cerrado el crédito.

La lista de defaults es interminable. Venezuela está también en mora con los proveedores, contratistas y socios en joint-ventures de PDVSA, con lo cual las exportaciones de petróleo han caído 45% en relación con 1997, y su producción apenas roza la mitad de lo que el plan de 2005 había previsto para 2012.

Más aún, el Banco Central de Venezuela también ha incumplido con su obligación de mantener estabilidad de precios, habiendo casi cuadruplicado el dinero en circulación en 24 meses, lo que ha hecho que el bolívar pierda el 90% de su valor en el mercado negro y que la tasa de inflación sea la más alta del mundo. Para colmo de males, el Banco Central también ha incumplido con su obligación de publicar la inflación y otras estadísticas esenciales.

Venezuela funciona con cuatro tipos de cambio, donde el más fuerte está 13 veces por encima del más débil. Así las cosas, no ha de sorprender que el arbitraje cambiario sea el negocio más rentable en el país, lo que ha impulsado la corrupción venezolana a las posiciones más altas del ránking mundial.

Todo este caos es consecuencia de un déficit fiscal colosal que ha sido cubierto a través de creación de dinero, represión financiera, endeudamiento y defaults – aún a pesar de la bonanza petrolera que se deriva de un precio del barril de US$ 100. El gobierno de Nicolás Maduro, en lugar de atacar las causas del problema, ha decidido complementar los controles cambiarios y de precios con el cierre de las fronteras y la colocación de lectores de huellas dactilares de los compradores, supuestamente para evitar el “acaparamiento”. Esto constituye una violación a las libertades más básicas de los venezolanos que no se observa en Bolivia, Ecuador y Nicaragua; tres países que presumen de una ideología similar pero mantienen un único tipo de cambio y una tasa de inflación de un dígito.

¿Debería Venezuela hacer default? Si las autoridades adoptaran políticas con sentido común y buscaran el apoyo del Fondo Monetario Internacional y otros prestamistas multilaterales, como lo suele hacer la mayoría de países en problemas, se le aconsejaría renegociar la deuda externa. De esa forma, el peso del ajuste se compartiría con otros acreedores, como ya ha ocurrido en Grecia, y la economía ganaría tiempo para recuperarse, particularmente en la medida que empiecen a madurar nuevas inversiones en las reservas petroleras más grandes del mundo. Los tenedores de bonos harían bien reemplazando sus papeles actuales por instrumentos de más largo plazo que se beneficiarían de la recuperación económica.

Nada de esto va a suceder bajo el mandato de Maduro, quien carece de la capacidad, capital político y voluntad para moverse en esa dirección. Pero el hecho de que su gobierno haya decidido incumplirle a los 30 millones de venezolanos para pagarle religiosamente a Wall Street no debe ser interpretado como una señal de rectitud moral. Es más bien una muestra de su decadencia moral.

martes, 9 de septiembre de 2014

Revoluciones fatídicas

Pedro Palma - El Nacional 8/9/2014

El politólogo Samuel Huntington, profesor de la Universidad de Harvard ya fallecido, escribió un famoso libro titulado Political order in changing societies (Harvard University, 1968), en el que identificaba una serie de fenómenos que caracterizaban a todas las revoluciones, basando su estudio en las investigaciones que había hecho de varias revoluciones, entre ellas la francesa, la rusa, la mexicana y la cubana. Sostenía Huntington que el objetivo central de toda revolución no es alcanzar el bienestar económico, sino cambiar rápidamente los valores de la sociedad en los que se han basado los sistemas políticos anteriores, los cuales, de acuerdo con los nuevos líderes, deben ser abolidos.
Normalmente, esos cambios de valores generan destrucción de la estructura económica tradicional, traduciéndose ello en caídas de la producción y de la inversión, desabastecimiento, ineficiencia, descalabros fiscales, desempleo e inflación, es decir, penuria económica. Sin embargo, los líderes revolucionarios sostienen que ese es el precio que hay que pagar por el triunfo del nuevo sistema político, que busca la igualdad, la equidad y la fraternidad de los ciudadanos, objetivos que son permanentemente vendidos a la gran masa poblacional que tradicionalmente se ha sentido excluida en el pasado, con la finalidad de captar adeptos incondicionales a la revolución, por más fatídica que ella sea.
Sostiene Huntington que, en consecuencia, el éxito económico no es prioritario para las revoluciones. Por el contrario, las privaciones y penurias pueden ser muy útiles para consolidar los procesos revolucionarios. Eso puede explicar lo que para muchos nos resulta incomprensible, cuando hemos escuchado a altos voceros gubernamentales decir que la revolución necesita a los pobres para su consolidación, razón por la que hay que mantenerlos en esa condición, pero dándoles esperanzas de que superarán su precaria condición, objetivo para el cual está luchando denodadamente la revolución. En otras palabras, hay que mantener la miseria, pues ella crea dependencia del Estado y abona el terreno para el clientelismo político, asegurándose el apoyo incondicional de una amplia masa poblacional a través de la manipulación informativa y de la explotación descarada de su ignorancia y buena fe. Eso, a su vez, facilita el logro de uno de los objetivos buscados, cual es la eliminación de la vieja oligarquía del anterior sistema político, para substituirla por otra, pero revolucionaria.
Dice Huntington que las revoluciones limitan la libertad, pero generan identidad de la masa con el nuevo sistema y una ilusión de igualdad, lo cual lleva a buena parte de la población, principalmente a la más desposeída, a aceptar la escasez y las cargas materiales propias de esos procesos políticos. Quizá esa sea la razón por la que el gobierno se niega obstinadamente a implementar los necesarios ajustes y reformas para afrontar los profundos desequilibrios y problemas que padece nuestra economía, prefiriendo no hacer nada para que nada cambie, o profundizar en sus erradas y fracasadas políticas del pasado, asegurando de esta forma la profundización de la crisis, sin importarle que esa irresponsable actitud a lo que llevará es a una mayor penuria y depauperación, particularmente de la población de menores ingresos.
Posiblemente eso responda a un consejo que le pudiera haber dado Fidel Castro a nuestro presidente durante su último viaje a La Habana, ya que después de 55 años de miseria a la que ha sido sometido el pueblo cubano, el viejo dictador debe estar plenamente convencido de que las crisis económicas no tumban gobiernos revolucionarios, recomendándole a nuestro bisoño e indeciso gobernante que en vez de implementar incómodas y dolorosas medidas de ajuste, deje todo igual, o incluso profundice en las abyectas políticas de controles y privaciones tradicionales, para que nada cambie, sin importar las dramáticas consecuencias que ello acarrearía.
Sin embargo, esto lleva al caos y a la destrucción de la institucionalidad, aniquilándose una de las condiciones de base para la perdurabilidad, consolidación y estabilidad de los sistemas políticos, razones por las cuales las revoluciones tienden a ser breves, pues la debilidad e inoperatividad institucional que ellas crean las condenan a desaparecer. Luego viene el largo, prolongado y difícil período de reconstrucción, necesario para corregir el caos dejado por la fatídica revolución, echándose las bases institucionales, políticas, económicas y sociales sobre las que se fundamentará el nuevo orden político, que permitirá avanzar en el deseado proceso de desarrollo sustentable.
Este artículo no apareció en la versión impresa del diario por la crítica escasez de papel que padece.

Auge y caída de PDVSA

JOSÉ TORO HARDY |  EL UNIVERSAL
martes 9 de septiembre de 2014 
El 1 de enero de 1976 la industria petrolera venezolana amaneció nacionalizada. Pasamos a ser dueños absolutos del petróleo de nuestro subsuelo, de nuestras refinerías (ya obsoletas), oleoductos, pozos, edificios, instalaciones y activos en general. 

La duración teórica de nuestras reservas de petróleo era de unos 19 años. Pdvsa nacía con un futuro limitado. Adicionalmente, teníamos un problema que lucía insuperable: no teníamos cómo comercializar la crudos pesados y ácidos que constituían el 75% de nuestras reservas probadas. Para poder colocarlo no teníamos ninguna otra alternativa que hacerlo a través de las empresas que habíamos nacionalizado.

Quizá los mayores activos de la empresa eran el personal extraordinariamente capacitado que habíamos heredado de las multinacionales petroleras y la generosidad geológica de nuestro subsuelo. También tuvimos la suerte de contar con un Valentín Hernández (ministro de Minas e Hidrocarburos de la época) y con el general Rafael Alfonzo Ravard, primer presidente de Pdvsa.

Comenzó así la extraordinaria aventura de Pdvsa. El crecimiento que experimentó la empresa fue vertiginoso. En menos de 25 años Pdvsa pasó a ser la segunda mayor empresa petrolera del mundo de acuerdo con Petroleum Intelligence Weekly y figuraba en la revista Fortune en el número 42 entre las mayores empresas de cualquier tipo en el mundo y como la mayor empresa de cualquier tipo de Latinoamérica.

Empezamos por hacer una reconversión de nuestras refinerías para dotarlas de procesos de conversión profunda para que pudiesen procesar nuestros crudos pesados transformándolos en productos de alto valor. Hicimos un inmenso esfuerzo exploratorio que nos permitió aumentar nuestras reservas probadas de petróleo, las cuales pasaron de unos 18.000 millones de barriles en 1976 a una cifra cercana a los 80.000 millones de barriles en 1998. Nuestra capacidad de producción petrolera alcanzó a 3.700.000 b/d y estábamos mercadeando casi 4 millones de barriles diarios de petróleo, incluyendo el que comprábamos a otros países.

Con el tiempo pasamos a ser propietarios, total o parcialmente de unas 20 refinerías en el mundo entero y nuestra capacidad de refinación era del orden de los 3 millones de barriles diarios.

En Venezuela contábamos con 6 refinerías. A través de Citgo llegamos a controlar el 10% del mercado interno de gasolina de EEUU, el mayor del mundo. En ese país disponíamos de 8 refinerías, numerosos terminales, varios oleoductos y contábamos con una red de 14.500 estaciones de servicio abanderadas con la marca Citgo siendo así capaces de llevar nuestro petróleo desde el subsuelo venezolano hasta los tanque de gasolina de los automovilistas estadounidenses, pasando todo el tiempo por instalaciones venezolanas y agregando valor en cada eslabón de la cadena. Éramos el primer exportador de petróleo a EEUU.

En Europa, en asociación con otras empresa, contábamos con refinerías en Alemania, Suecia, Bélgica y el Reino Unido.

En Saint Croix éramos dueños del 50% de una vital refinería que atendía lo que para Pdvsa era un mercado Premium: el Caribe, al cual se destinaba el 10% de nuestra producción petrolera. También teníamos una refinería arrendada en Curazao.

Nuestra producción petroquímica creció a niveles impactantes, superando en 1998 los 4,1 millones de toneladas métricas. La producción de carbón de Pdvsa alcanzó a 5,1 millones de toneladas en 1998, en tanto que la de Orimulsión (una emulsión estable de agua y petróleo extrapesado que no competía con el petróleo sino con el carbón y servía para la generación de electricidad) se acercaba en 1998 a las 5 millones de toneladas.

Gracias a las distintas modalidades de la Apertura Petrolera teníamos programas que hubiesen llevado la producción petrolera por encima de los 5 millones de b/d (en lugar de unos 2,3 millones de b/d hoy en día). Firmamos 4 grandes Asociaciones Estratégicas que permitieron desarrollar la tecnología necesaria transformar la Faja del Orinoco en una realidad económica. Aunque ya se conocía, no se podía explotar comercialmente. También suscribimos una Asociación Estratégica para el Proyecto Cristóbal Colón que nos hubiese transformado en uno de la principales productores mundiales de gas natural.

¿Qué pasó con esta asombrosa historia de éxito?

Llegó la revolución y paso a paso ha venido destruyendo a Pdvsa. Comenzó a regalar petróleo en lugar de venderlo. Endeudaron a Pdvsa, despidieron a 20.000 trabajadores que acumulaban 300.000 años de experiencia y conocimiento. El personal de Pdvsa pasó de 42.000 trabajadores a 140.000. La politizaron, la degradaron, la endeudaron y aceleradamente la llevan a su destrucción. Ahora quieren vender a Citgo.