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martes, 13 de junio de 2017

Venezuela, Cuba y la OEA

Antonio Sánchez García - El Nacional - 13/06/2017
Es la hora de que la comunidad democrática internacional abra los ojos y venga en nuestro auxilio. Con todos sus medios. Venezuela es, para la región y el mismo Estados Unidos, inmensamente más valioso que Cuba, e importante política, económica, social e históricamente que Siria. Esperamos por lo menos que lo entiendan.
A Luis Almagro
Hay un convidado de piedra en la Asamblea General de la OEA: Cuba. No se la menciona, es un tótem y un tabú, y nadie, ni siquiera su secretario general, Luis Almagro, el mejor que haya pasado por sus tablas desde su creación y posiblemente el más valioso de los políticos latinoamericanos vivos, osa mencionarla. Es el poder en las sombras, el fantasma de la ópera, que ni siquiera sus vicarios y acólitos, como quien dirige la cancillería de su satrapía en tierra firme, o su plenipotenciario en funciones ante la OEA, osan mencionar. Pues sería como mencionar la soga en casa del ahorcado.
Todos los miembros de pleno derecho de la con razón llamada Organización de Estados Americanos, sean ellos de derechas, de izquierdas o de centro, tienen perfecta conciencia de que el dueño del desventurado país sobre cuyos destinos se discute es, por ahora, Raúl Castro. Hasta su muerte fue su hermano Fidel. Luego de la muerte será su nieto. Versión tropical y caribeña de Corea del Norte. Pero ninguno hace mención del hecho: Maduro es un agente cubano, puesto frente a la administración de la dictadura a la discutible muerte de Hugo Chávez Frías, sucedida en Cuba, en La Habana, en el CIMEQ y bajo la directa, secreta y blindada observación de Fidel y Raúl Castro. Y ni la señorita Delcy Rodríguez, ni sus embajadores en Washington, ni ninguno de los funcionarios que los acompañan en dichas discusiones estarían ocupando sus puestos sin la aprobación del supremo gobierno cubano. Piensan, hablan y gesticulan como si fueran monigotes: son títeres de Raúl Castro. Pero se los toma en serio, se discute con ellos y se pretende convencerlos de verdades tangibles –crisis humanitaria, insurrección, manifestantes asesinados, narcotráfico de dimensión planetaria, pobreza, falta de alimentos y medicinas– como si no fueran los apasionados voceros de la cancillería cubana. Los perros que ladran a sus indicaciones.
El poder del amo cubano es omnipresente y ubicuo: desde el papa Francisco a la canciller alemana Angela Merkel y desde Donald Trump a la socialista chilena Michelle Bachelet, pasando por Mauricio Macri, Temer y PPK –los liberales latinoamericanos de la partida–, todos de consuno, le recomiendan a la oposición venezolana, que se sabe maniatada, aherrojada y amenazada de muerte por las fuerzas combinadas de la satrapía venezolana y la tiranía cubana, que la amaestra, la maneja y la domina, le recomiendan a esta oposición que dialogue con Nicolás Maduro. Como si Nicolás Maduro fuera algo más que el títere de Raúl Castro y Ramiro Valdés. Como si en verdad dispusiera de mayor poder que el de quienes lo manejan.
¿Por qué no hablan con la verdad por delante y le recomiendan a nuestra oposición que se reúna en sitio neutral, ante un tercero, con Raúl Castro? ¿Por qué darle a la tiranía cubana la insólita ventaja de su absoluta transparencia, no tocarla ni con el pétalo de una rosa y hasta abrirle los brazos en gloria y majestad, con caras sonrientes y amabilidad desbordada, como lo han hecho Barack Obama y Jorge Alejandro Bergoglio? ¿Por qué insólitas y extrañas razones tanto el Departamento de Estado de la Sra. Hillary Clinton como el Vaticano de monseñor Parolin prefirieron abrirse a la tiranía cubana, en absoluto desmedro de la democracia venezolana? ¿Por qué todas las cancillerías del mundo, con la natural excepción de Corea del Norte, Rusia, China y los cipayos latinoamericanos, expresan sus angustias ante la tragedia venezolana y callan la razón de tal tragedia: la colonización de Venezuela por Cuba y el implacable manejo de sus fuerzas militares, policiales y parapoliciales, un ejército de “asesores”, “médicos”, “preparadores deportivos” y “técnicos de gobierno” que constituyen un ejército de ocupación de tropas de combate altamente preparadas para la guerra, de decenas y decenas de miles de funcionarios cubanos, que controlan desde notarías hasta registros de identidad, manejan quién cómo y cuándo merece tener o no tener un pasaporte y se llevan la tajada del león de los ingresos de nuestra esquilmada industria petrolera? ¿Y 100.000 barriles diarios de petróleo a cuenta de inventario?
Evidentemente, Susana Malcorra y Heraldo Muñoz, cancilleres de Argentina y Chile, lo saben tan perfectamente como lo sabe monseñor Parolín, canciller del Vaticano, el jefe del Departamento de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, y todos los ministros de relaciones exteriores de las naciones democráticas del orbe: Venezuela es una dictadura “exógena”, para usar un término creado por quienes la administran: su cerebro, su alma y su corazón se encuentran en La Habana. Y si no lo saben no merecen ocupar los puestos que ocupan. Si sus servicios de inteligencia no los proveen de la verdad de lo que ocurre en nuestro atribulado país, ¿de qué es que los proveen?
Una palabra de Raúl Castro es una orden para Nicolás Maduro y una de Ramiro Valdés una decisión que no será discutida por el general Vladimir Padrino, jefe de los ejércitos venezolanos. Ni Maduro, ni Padrino ni ninguno de los funcionarios de la dictadura tienen poder real para actuar por propia iniciativa. Y quien de la alta nomenclatura del régimen, como la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, las contraríe, corre el riesgo de ser suicidada, como lo insinuara con su perversa y estúpida brutalidad uno de los máximos sigüises del dictador y ex guardaespaldas a todo servicio de Hugo Chávez, Pedro Carreño. Sin el consenso de los tiranos cubanos o la decisión unilateral de sus estados mayores de retirarse del campo de batalla temiendo graves consecuencias para la supervivencia de su “revolución”, Venezuela no saldrá de su tragedia. Para Cuba, la dictadura venezolana es un “essential”, una conquista innegociable.
Héctor Schamis, el gran columnista de El País, escribió en abril de 2015 que en Venezuela no existían las fuerzas internas capaces de dirimir el grave conflicto en el que estábamos. La insurrección en marcha, de una dimensión, una fuerza y un alcance inéditos en la historia de América Latina y solo comparable a los sucesos de Ucrania o la Primavera Árabe, demuestra que existen de la parte opositora las fuerzas para reconstruir el país y echar a andar una nueva república, liberal, democrática, próspera y poderosa, si solo se enfrentaran a una dictadura endógena, fracasada, arruinada y acorralada, como esta farsa trágica del castrochavismo. No le pidan al pueblo venezolano, cuyas fuerzas armadas lo han traicionado vendiéndose al enemigo, que venza a las tropas cubanas invasoras. ¿Esperan por un nuevo Vietnam?
Es la hora de que la comunidad democrática internacional abra los ojos y venga en nuestro auxilio. Con todos sus medios. Venezuela es, para la región y el mismo Estados Unidos, inmensamente más valioso e importante que Siria. Esperamos que por lo menos lo entiendan.

lunes, 26 de diciembre de 2016

La anunciada tragedia del arco minero en Venezuela

Por Miguel Henrique Otero - Editorial El Nacional - 26/12/2016

El 5 de agosto se puso en movimiento una nueva maquinaria de muerte y destrucción del futuro de Venezuela. En un acto celebrado en la sede del Banco Central de Venezuela, Nicolás Maduro firmó unos “contratos, acuerdos y memorandos de entendimiento para el Plan de Inversiones del Arco Minero del Orinoco”. En el encuentro firmaron representantes de empresas venezolanas, empresas trasnacionales y, no podía faltar, uno con la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas, perteneciente a la FANB. Huelga decirlo: Padrino López estuvo presente en el acto.
Antes de continuar, debo pedirle a los lectores de este artículo que pongan la mejor atención posible a los datos que voy a consignar en lo que sigue: el Arco Minero compromete 111.843 kilómetros cuadrados del estado Bolívar, es decir, más de 46% de toda su superficie. Esto equivale a casi 12% del territorio nacional. Quiere decir, ni más ni menos, que el 5 de agosto fueron entregados a empresas extranjeras, venezolanas y a una empresa militar autorizaciones para explotar las riquezas de casi 12% del territorio venezolano.
La más elemental obligación de quienes amamos a Venezuela, es preguntarnos a qué territorio nos referimos. Hablamos de una región, reconocida en el mundo como un espacio único en el planeta, donde se concentran cuencas hidrográficas fundamentales de agua dulce –casi 80% del agua que se genera en el país, de acuerdo con los expertos–, inmensas zonas boscosas y selváticas, una biodiversidad que se expresa en miles y miles de especies de flora y fauna, así como la más estratégica red hidrográfica del país. Pero hay más: en esa zona tienen asiento algunas menguadas poblaciones indígenas, muchas de ellas en estado demográfico, sanitario y social realmente crítico. En esa área se produce más de 65% de la electricidad que Venezuela consume cada día. Una parte considerable de esa zona está protegida por la Constitución y las leyes, bajo regímenes especiales: son Áreas Bajo Régimen Especial de Administración, figura creada en 1983 en la Ley Orgánica de Ordenación del Territorio.
Nada de esto ha sido considerado. Violando la Constitución y decenas de leyes, desconociendo la inviolabilidad de las Abraes, violando los derechos de los pueblos indígenas, violando los más elementales enunciados del sentido común, sin atisbo alguno de amor por la patria o mínima preocupación por el futuro del país, pasando por encima de los más básicos principios que deben regir la administración de las riquezas nacionales, actuando bajo los parámetros del capitalismo más descabellado, voraz e inescrupuloso, Maduro y su séquito han tomado la decisión de entregar casi 12% del territorio del país a lo que resultará, no solo un vasto programa de saqueo minero, sino algo mucho peor: la destrucción de toda una región medular para la sostenibilidad ambiental de Venezuela.
En ese territorio, además de los minerales más conocidos –como el hierro, el oro, el diamante y la bauxita–, también hay otros como el coltán, el tantalio y el niobio, cuyo valor en el mercado mundial es cada día más estratégico. Los expertos hablan de reservas minerales no menores a las 8.000 toneladas que el gobierno está rematando a cambio de unos dólares que necesita de forma urgente, para tapar el incalculable desfalco que ha cometido a lo largo de 17 años.
La denuncia de lo que significa el Arco Minero debe convertirse en una política, por encima de las diferencias partidistas e ideológicas. Hay expertos, como Fernando Jáuregui, que han advertido sobre el inminente uso de cianuro para estos fines; Alexander Luzardo ha expuesto con detalle el amplio rango de las violaciones que están implícitas en estos contratos y acuerdos; Santiago Arconada ha dicho: “Es una puñalada en contra de la vida en el planeta tierra”, con lo cual advierte que las nefastas consecuencias de esos acuerdos sobrepasarán el territorio venezolano; dirigentes indígenas han denunciado la inviabilidad de esos acuerdos, que se han adelantado sin consulta alguna.
A quienes prometan que Maduro y su gobierno de incompetentes controlarán las operaciones de esas empresas, les respondo: indaguen sobre cuál es la situación hoy de las explotaciones mineras en Venezuela. Ahora mismo, tal como lo ha señalado el diputado Francisco Sucre, la región minera del estado Bolívar es una región sin ley. Una región de delincuencia organizada y muerte. Pranes con ejércitos propios controlan las minas. Es una industria que no aporta beneficio alguno para el país. La acción del Estado resulta ocasional y desproporcionada, como la nueva masacre recién denunciada en Tumeremo. La minería en Venezuela no es solo una actividad extractiva sino una fábrica de muertes. La ingobernabilidad y mortandad de hoy será la misma que mañana.
Les hablo aquí a los venezolanos de bien, más allá de las diferencias ideológicas y políticas que puedan separarnos. Hay que impedir que la maquinaria de muerte y destrucción que es el arco minero continúe avanzando. Hay que detener de inmediato los nuevos pasos de este programa. El gobierno de Maduro y las autoridades a las que corresponde no tienen capacidad alguna para controlar lo que viene. No les interesa, además, tal como han demostrado en El Callao en los últimos años. Necesario es repetirlo: hay que poner al fin a proyecto del Arco Minero, incubado como una tragedia –otra más– para Venezuela. No hay alternativa: pararlo equivale de revocar a Nicolás Maduro. No hay otra salida.

lunes, 18 de abril de 2016

Bahía de Cochinos: la invasión que pudo evitar cinco décadas de dictadura en Cuba

El 17 de abril de 1961 pudo haber cambiado la historia de Cuba. Ese día se produjo el desembarco en la bahía de Cochinos, en la costa sur de la isla, de la Brigada de Asalto 2506, integrada por 1.500 cubanos entrenados y financiados por Estados Unidos, que pretendía poner fin al régimen comunista que había implantado Fidel Castro poco más de dos años antes.
Pero la falta de convicción del demócrata John F. Kennedy en una operación que había sido impulsada por su antecesor republicano, Dwight D. Eisenhower, le privó del respaldo necesario y frustró sus posibilidades de éxito.
De haber triunfado, «nos habríamos ahorrado 55 años de dictadura oprobiosa, tiranía, muerte, sangre y destrucción», asegura Luis González Lalondry, hoy de 82 años y que con 27 fue jefe de Comunicaciones de uno de los batallones que combatió aquel día.
Lalondry y otros veteranos de lo que él llama un «desembarco patriótico» recuerdan para ABC desde su largo exilio en Miami lo que vivieron aquel episodio en el que trataron de frenar la dictadura comunista en la isla.

El respaldo de Estados Unidos

Desde principios de 1960, las autoridades norteamericanas habían dado luz verde al adiestramiento de hombres con vistas a futuras operaciones contra el régimen de Fidel Castro. El origen de la Brigada 2506 que finalmente se encargaría del intento de invasión fue un grupo de jóvenes estudiantes y ex militares rebeldes de Cuba que se empezaron a concentrar de la mano de la CIA en una isla frente a la costa occidental de Florida, en el golfo de México, desde donde se les envió a formarse en países centroamericanos como Panamá y Guatemala, donde se fueron incorporando otros nuevos reclutas.
Uno de aquellos primeros jóvenes era Jorge Gutiérrez Izaguirre, alias «El Sheriff», un alumno de Derecho en la Universidad de La Habana que se instruyó como radiotelegrafista y que fue designado como segundo jefe de un grupo de infiltración que debía tomar contacto con los guerrilleros anticastristas que estaban operando en la isla.
A sus 80 años, Izaguirre recuerda como si fuera hoy que a las siete de la mañana del 19 de marzo de 1961, unas semanas antes del desembarco en Bahía de Cochinos y habiendo contactado ya con la resistencia anticastrista, el pequeño grupo con el que se encontraba amaneció rodeado por unos 1.500 soldados del régimen en la provincia de Matanzas.
Tras formarse una «balacera», trató de cruzar una explanada y una bala de un fusil belga Fal le atravesó desde la paleta hasta el esternón, perforándole el pulmón derecho, mientras otros compañeros caían fulminados a su lado, rememora mostrando el agujero que el balazo le ha dejado de por vida en el pecho. Cuando intentaba reincorporarse con una granada en la mano, un oficial se dispuso a terminar con su vida. «Hijo de puta, te voy a rematar», le anunció. Sin embargo, cuando apretó el gatillo el arma se le había encasquillado y pudo sobrevivir, explica este antiguo combatiente en las instalaciones de la llamada Casa de la Brigada 2506 en Miami.
Izaguirre estuvo después a punto de ser fusilado, pero volvió a esquivar la muerte al suspender Fidel Castro la ejecución de prisioneros. En cambio, acabó cumpliendo 18 años de prisión con trabajos forzados.

La aviación castrista, intacta

Una de las claves del fracaso de la operación de Bahía de Cochinos fue que no se pudo acabar con la aviación castrista. Esteban Bovo Carás pilotaba una de las ocho naves que volaron desde Nicaragua el 15 de abril para bombardear la fuerza aérea del régimen.
Por una parte, se habían retirado las torretas de ametralladoras traseras para reducir el peso de las naves y aumentar la autonomía de vuelo, lo que les impidió defenderse como habrían podido hacerlo con todas sus armas cuando un enemigo se situaba a su cola. «El primer día, perdimos la mitad del escuadrón», se lamenta Bovo.
Por otro lado, tras las primeras protestas de Cuba ante Naciones Unidas, Kennedy ordenó suspender los vuelos de los días siguientes, con lo que buena parte de los aviones castristas quedaron intactos para hacer frente al desembarco. «Eso fue suficiente para acabar con nosotros», recuerda el antiguo piloto de un B-26.
El día del desembarco, el 17 de abril, Luis González Lalondry se encontraba a bordo del «Houston» con el Batallón 5, listo para desembarcar con explosivos y las armas para distribuir entre los cubanos que se sumaran a la invasión. Pero a las 9.15 de la mañana, el buque recibió el impacto de un cohete lanzado por un T-33 y el capitán del barco lo lanzó contra la costa para encallarlo y evitar que se hundiera del todo, aunque no pudo impedir que parte de los hombres murieran ahogados o alcanzados por la artillería en la cubierta. Los que llegaron a la orilla, trataron de alcanzar Playa Larga, que fue donde «se combatió más duro», señala. A su juicio, la de la Brigada 2506 fue«una misión heroica».
Otro de los barcos, el Río Escondido fue alcanzado de lleno por los bombardeos enemigos, provocando una explosión «gigantesca», rememoraAurelio Pérez Lugones, que ejerció como segundo en el Servicio de Inteligencia.
«La idea era que, una vez asegurada la cabeza de playa, aterrizaran los aviones y se surtieran con lo que llevábamos en los barcos y comenzaran a operar desde este aeropuerto», explica señalando sobre un mapa unas pistas próximas a la bahía.
Para Pedro Corzo, presidente del Instituto para la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, «la política primó sobre las consideraciones militares de los encargados de planificar la operación». «Indudablemente el presidente no estaba convencido del todo de la necesidad de ese tipo de acción militar.», señala Corzo, ya que «Kennedy había heredado el plan de su predecesor y lo enmendó, convirtiendo lo que en principio iba a ser una guerra irregular en una de tipo convencional, sin facilitar los recursos que tal tipo de contienda demanda».

domingo, 17 de abril de 2016

Venezuela: Guerra política, jurídica e institucional

Por José Vicente Rodríguez Aznar - El Universal - 17/04/2016 

La semana pasada escribí algunos comentarios sobre la inconstitucionalidad declarada por la Sala Constitucional a la Ley del Banco Central de Venezuela aprobada por la Asamblea en marzo del presente año. Se me ha pedido que los amplíe, lo que hago a continuación.
En las elecciones parlamentarias del pasado 6-D triunfó la oposición con una mayoría del 67% de los diputados de la Asamblea Nacional, despojando al oficialismo del predominio mantenido en los últimos años. El Ejecutivo Nacional todavía no ha asimilado esta realidad e intenta apoderarse de funciones de la nueva Asamblea, con el apoyo de los demás poderes, en especial, del Tribunal Supremo de Justicia. Sirve de ejemplo lo ocurrido con las recientes leyes del BCV.
El Presidente Maduro en fecha 30-12-2015, al conocer la nueva composición de la Asamblea, hizo un último uso de la Ley Habilitante faltando apenas 24 horas para que ella feneciera y tan solo cinco días para que se instalara el nuevo Parlamento, modificando la Ley del BCV que él mismo había dictado el 19-11-2014. Esta modificación despojó a la nueva Asamblea de funciones que antes tenía, traspasándoselas al Ejecutivo. Veamos:
a) Eliminó la atribución de la Asamblea de ratificar, con el voto de la mayoría de sus miembros, la designación del Presidente del BCV efectuada por el Presidente de la República. Lo mismo ocurre en caso de su falta absoluta.
b) Eliminó la facultad de la Asamblea de designar dos Directores del BCV, mediante el voto de la mayoría de sus miembros.
c) Eliminó la obligación del presidente del BCV de comparecer ante la Asamblea para rendir cuentas de su gestión.
d) Introdujo la facultad del BCV para financiar déficits fiscales, la cual está expresamente prohibida por la Constitución
e) Introdujo la autorización al Directorio del BCV para suspender transitoriamente la publicación de información estadística, cuando así lo requiera el Presidente de la República.
La Sala Constitucional analizó la Ley aprobada por la Asamblea, la comparó con la Ley dictada por Maduro en 2015 y la declaró inconstitucional. Entre sus motivaciones destacan que la Asamblea incurrió en desviación de poder en contra la autonomía de los poderes públicos; que la nueva mayoría parlamentaria tuvo el propósito de ejercer el control político sobre el BCV y que la designación de todos los miembros de su Directorio le corresponde solo al Presidente de la República.
Ahora bien, es de observar que la Ley aprobada por la Asamblea es prácticamente la misma que la dictada por Maduro en noviembre de 2014. a la cual la Sala Constitucional no le hizo objeción alguna. El propósito de la Asamblea era retomar las funciones que ya tenía en la Ley de 2014. Si la Sala Constitucional fuera consecuente con sus criterios, los mismos motivos que ha expresado para objetar la Ley aprobada por la Asamblea en marzo 2016, debió tenerlos también para declarar inconstitucional la Ley del 2014 aprobada por Maduro, lo cual no hizo.
Por lo tanto, habría que preguntarse si la Sala Constitucional aplica distintas interpretaciones de la Constitución sobre un mismo texto legal, según quien sea el legislador que lo apruebe y el grupo político que domine la Asamblea. Habría que preguntase también cómo queda la seguridad jurídica tan necesaria para nuevas inversiones que reactiven la producción.
Lamentablemente existe en el país una guerra política, jurídica e institucional entre la Asamblea y los demás Poderes Públicos que daña a las instituciones e indigna a la mayoría de la población que rechaza la intolerancia, exige respeto entre las instituciones y desea la convivencia pacífica para el bienestar del país

viernes, 25 de marzo de 2016

Índice Competitividad Urbana - Miami primero, Caracas última (52)

César Tinoco - El Nacional Web - 25/03/2016
Hace pocos días la revista América Economía publicó su Ranking de mejores ciudades para hacer negocios 2016. El ranking se realiza según una herramienta denominada ICUR (Índice de Competitividad Urbana) elaborada por dicha publicación y de su propiedad, que permite ordenar a las ciudades estudiadas de mayor a menor capacidad y/o potencial de negocios.
Se analizaron 52 ciudades, quedando de primera Miami y de última Caracas. Las diferencias más grandes que tuvo Caracas con respecto a Miami se ubicaron en las dimensiones de servicios a ejecutivos (costo y calidad de vida que soportan el sistema de negocios), infraestructura y conectividad física (movilidad terrestre, marítima y aérea dentro y desde y hacia el exterior), poder de marca (conjunto total de activos tangibles e intangibles vinculados en forma directa o indirecta al nombre de la ciudad) y dinamismo económico (creación de riqueza, captación de inversiones, estabilidad económica y caracterización de los mercados de bienes, laboral y financiero).
Tal y como puede inferirse, la pésima gobernanza del país y en particular de la ciudad de Caracas, reflejada en sus consecuencias como la inflación, la recesión, la escasez alimentos, medicinas y dólares, la imposibilidad de convertir la moneda local en divisas y la inseguridad, distancian a Caracas de una referencia comparativa como Miami.
Igualmente, y a principios de enero de 2016, El Nacional nos dio a conocer que esa, la peor ciudad latinoamericana para hacer negocios, es también la primera más violenta en el mundo. El informe de la organización no gubernamental Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, ubica a Caracas como la ciudad más violenta del mundo: 120 homicidios por cada 100.000 habitantes lo certifican.
Ahora bien, ¿Quiénes han sido los gobernantes de Caracas desde hace mucho tiempo? Pues nada y más y nada menos los mismos que hasta diciembre de 2015 fueron mayoría en la Asamblea Nacional: los militantes del PSUV.
En efecto, desde el año 2009 y hasta octubre de 2014, la jefe de gobierno del Distrito Capital, cargo designado por el presidente de la república, fue Jacqueline Faría, famosa por su promesa relacionada con la limpieza del rio Guaire y con su propuesta –más reciente- de hacer colas “sabrosas”. Luego siguió Ernesto Villegas por 7 meses, hasta mayo de 2015. Seguidamente ocupó el cargo Luis Dugarte por 7 meses más, hasta enero de 2016. Finalmente, y desde éste enero de 2016, el cargo de jefe de gobierno del Distrito Capital lo ocupa un tal Daniel Aponte.

La resonancia “macnética” (sic, médicos cubanos dixit) cerebral de un bebe con 28 semanas de gestación, revela un cerebro de menor volumen, con pocos repliegues y engrosamiento de su cortex cerebral, con un electroencefalograma con trazos muy aplanados que muestran "brotes" espasmódicos de actividad, sin frecuencia definida.
Daniel Aponte inició su gestión afirmando en primer lugar, que Lorenzo Mendoza es el responsable del caos económico que vive el país. En segundo lugar, la solución a tal caos –incluida la alta tasa de homicidio intencional- es la siembra de pepinos, es decir, la agricultura urbana, actividad en la que particularmente Hugo Chávez destacó, con sus cultivos hidropónicos y sus gallineros verticales.
Si el destino nos sigue favoreciendo y se mantiene el patrón verificado con los dos fugaces previos nombrados para el cargo (Villegas y Dugarte), Daniel Aponte será otro sietemesino.

miércoles, 23 de marzo de 2016

¿Cuál Poder Judicial?

Por Gustavo Briceño - ElNacionalWeb - Caracas - 23/03/2016

Nunca en la historia del Poder Judicial de Venezuela había sucedido lo que está ocurriendo: la sumisión abierta de los tribunales a los dictados indicados por el poder ejecutivo. Desde que somos estudiantes de la ciencia del Derecho, nos hablaron, distinguidos profesores, de la separación de los poderes públicos como una manifestación esencial de la democracia, y de la autonomía de los jueces en el desempeño de sus funciones, y como un elemento esencial, lo cual garantiza sustantivamente la independencia de los jueces y magistrados, así como el control sobre los poderes del estado. Sin separación de poderes no hay democracia, y sin democracia no hay  libertad. Constatamos pues, una autocracia actualizada cuyo único y esperado fin es el control del ciudadano en todas sus fases y consecuencias. La pregunta que nos invita las anteriores frases es la siguiente: ¿Qué consecuencias tiene que los jueces se sometan a los dictados de un poder público o privado exterior a sus funciones? ¿Qué ocurre cuando un juez o magistrado dicta una sentencia deliberadamente influenciada por un poder extraño a sus atribuciones? ¿Hay sanción para el juez o magistrado que materializa determinada y semejante conducta de sumisión? En todo caso, cuando el poder judicial actúa de tal forma, viola los derechos de los ciudadanos y produce como consecuencia una sanción al juez que realiza semejante cometido.
El artículo 25 de la Constitución dice: “Todo acto dictado en ejercicio del poder público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta constitución y la ley es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes superiores”. La sentencia dictada por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que violó las atribuciones de la Asamblea Nacional, fue dictada por funcionarios públicos, lo hicieron en el ejercicio del poder derivado y por la ley y si recibieron órdenes del poder ejecutivo, la consecuencia es que estos jueces o magistrados del TSJ incurrieron en las responsabilidades indicadas en el propio texto constitucional. No existe duda de que las sentencias dictadas por dicha Sala y que han limitado severamente las atribuciones del poder legislativo por parte de los magistrados y contra los derechos de los ciudadanos que sufragaron en favor de la Asamblea Nacional deberán ser sancionados previo juicio, penalmente y administrativamente mas entendiendo que los derechos humanos conculcados son imprescriptibles, lo que implica una indeterminación en el tiempo para juzgarlos y sancionarlos.
La democracia es desde luego un sistema de contrapesos y poderes que deben ser ejercitados en consideración a lo que indique la ley. Pero, así como la democracia permite un sistema basado en la libertad individual, del mismo modo, constituye una actuación que debe estar apegada a la ley, en sus posibilidades, lo que supone que la democracia impone obligaciones intransferibles que les corresponde a los poderes públicos en su ejecución. En el caso de las responsabilidades de los jueces, las tienen y mucho. La jurisdicción administrativa es muy sometida a la ley, entre otras cosas, por cuanto el poder es íntimamente regulado y sometido a controles que el ejecutivo debe dar o conceder prioridad. ¿Que esperamos la sociedad civil para acusar y alertar el abuso de poder comprobado por la Sala Constitucional actual que ha violado la constitución y los derechos de los ciudadanos a tener un poder judicial autónomo y distinguido? El tiempo apremia y la sanción debe imponerse. Así lo creo.


sábado, 1 de agosto de 2015

¿Dónde están los millardos?

Por Fernando Luis Egaña - El Nacional - 01/08/2015
Según los reportes oficiales de Pdvsa, sus ingresos en dólares en los años 2013-2014, suman la cantidad de 262.765 millones de dólares. Es decir, un poco más de 262 millardos de dólares. En el 2013, 134,4 millardos de dólares, y en el 2014, 128,5 millardos de dólares. Para tener una aproximación comparativa de lo que esto significa, 262 millardos de dólares sería el equivalente de las exportaciones de Chile durante casi tres años y medio, de las exportaciones de Colombia durante cuatro años y medio, y de las exportaciones de Perú durante seis años. Países que, bien se sabe, tienen una situación económica positiva, con sólido crecimiento, muy baja inflación, importantes inversiones extranjeras y pleno abastecimiento.
Ojalá y el asesor económico de Maduro, el español Alfredo Serrano, autor, por cierto, de un libro titulado El pensamiento económico de Hugo Chávez, pudiera explicar cómo es que con 262 millardos de dólares de ingresos de Pdvsa, solamente en los años 2013 y 2014, el país está como está: con la inflación más alta del mundo, con escasez generalizada y creciente de todo tipo de productos básicos, comenzando por alimentos y medicinas; con una recesión económica que se transmuta en depresión, con una desbarajuste cambiario brutal que genera un empobrecimiento brutal, con una parálisis absoluta de inversiones extranjeras y con unas perspectivas que son todavía más ominosas. Todo eso, repito, con 262.000 millones de dólares en ingresos de Pdvsa entre el 2013 y el 2014, y sin contar los ingresos del 2015.
Los voceros de la hegemonía, comenzando por Maduro, explican esta situación con el cuento de la “guerra económica”. Pero uno se pregunta: ¿qué guerra es esa que permite ingresos por 262 millardos de dólares en apenas 2 años? El ex ministro Giordani tiene otra explicación, no muy técnica, pero acaso más persuasiva: la raspada de olla. En pocas palabras, la hegemonía despótica y depredadora que lleva años en el poder, está siendo más depredadora que nunca. En esas coordenadas debe ubicarse la explicación de la catastrófica realidad porque, ¿en dónde más?

En la realización de una gran obra de gobierno no pueden estar esos 262 millardos de dólares, porque no hay realización de una gran obra de gobierno y, ni siquiera, de una modesta obra de gobierno. El deterioro de Venezuela en todos los frentes es acelerado y ello incluye a todas las áreas de responsabilidad primaria del sector público. Todas sin excepción. Desde el resguardo de la seguridad pública, pasando por la gestión de las empresas básicas de Guayana, y abarcando el vasto repertorio de funciones gubernativas que la hegemonía fue llevando hasta el paroxismo.
En el mejoramiento de la calidad de vida del conjunto de los venezolanos tampoco pueden estar esos 262 millardos de dólares. La pobreza aumenta, la violencia criminal aumenta, la escasez y la carestía aumentan, el agobio y el temor social aumentan. Y lo que sí debería aumentar, que es el valor efectivo de los salarios, no hace sino disminuir. Con el salario mínimo oficial de Venezuela, si acaso se podrían adquirir 10 dólares. ¿Cómo es eso, pues, que con ingresos de Pdvsa de 262.000 millones de dólares, solamente en los 2 últimos años, sin contar el actual, el salario mínimo del venezolano esté en 10 dólares, y cayendo?
Y para agravar las cosas, a los ingresos que Pdvsa reporta habría que añadir el enorme endeudamiento externo contraído en esos años, y los ingresos tributarios no petroleros. Y para agravar las cosas, aún más o muchísimo más, habría que añadir el agregado de los ingresos a lo largo del siglo XXI, época de la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de la historia, así como también el agregado de la gigantesca deuda externa que se fue contrayendo en esos años, sobre todo desde el 2008.
Y en verdad ¿qué es lo que tenemos? Pues lo que tenemos es una mega-crisis de una dimensión tan profunda y extendida que entra en los terrenos de la crisis humanitaria. No ha debido ni debería ser así, sobre todo en consideración a los cuantiosos ingresos de Venezuela, cortesía del mercado petrolero internacional. Ya Maduro, tan solo en el 2013 y 2014 ha recibido 262.765 millones de dólares en ingresos de Pdvsa. Más de 262 millardos de dólares. ¿Dónde están?

flegana@gmail.com 

domingo, 26 de julio de 2015

La casa grande

Por Leonardo Padrón - El Nacional - Venezuela - 26/07/2015
Tiempo de tormenta. Turno de decisiones. Clima de borrasca y viento. Luz difícil.                     
Desde hace meses no dejo de recibir invitaciones a charlas, conversatorios y tertulias que gravitan alrededor del mismo tema: las razones para seguir apostando por el país, para quedarse y lidiar, para no irnos en desbandada. No es un tema fácil. Es complejo por inédito, por extraño a nuestro hábito, por subjetivo y personal. Es un tema espinoso por el espinoso país que hoy vivimos. Por el caos que nos rodea. Por la violencia de la marea que golpea nuestras certidumbres y ataduras.
Ahora bien, ocurre que habitualmente uno no anda explicando las razones que tiene para no irse de su casa. Uno, simplemente, está, permanece, hace hogar en ella. Construye familia. Teje su día a día. Come allí, duerme en ella, la pasea descalzo, se demora en sus ventanas, erige su biblioteca, pone su música, domestica su almohada, conoce sus ruidos y caprichos. Es el lugar donde pugnas con tus gripes, tus despechos o tus resacas. El espacio donde ocurren tus epifanías y descalabros. Donde más has celebrado la navidad, los pequeños triunfos y cada nuevo centímetro de altura de tus hijos.

Mi casa, si me pongo específico, limita al norte con la fiesta que es el Caribe, al sur con la selva fantástica de Brasil, al oeste con kilómetros de vallenato, cumbia y hermandad y al este con la vastedad del Atlántico y ese litigio histórico, otra vez de moda, que es Guyana. Mi casa tiene el techo azul casi todo el año. Mi casa es un clima de mangas cortas y risa fácil. Mi casa tiene un catálogo de playas irrepetibles. Y si la camino a fondo me topo con la belleza de sus abismos de agua, con la neblina a caballo de sus páramos, con sus árboles redondos, con su sol de tamarindo y papelón. Mi casa tiene 30 millones de habitantes. Tiene un océano de mujeres hermosas, nocturnas y sensuales. Mi casa es una geografía vehemente y delirante. La han llamado Tierra de Gracia, Pequeña Venecia, Norte del Sur, El Dorado, Crisol de Razas, Paraíso Perdido. En mi casa se baila en todas las esquinas, se toma cerveza sin piedad, se coleccionan abrazos, se hace el amor en cada vestíbulo, y se hace el humor hasta el amanecer.
En mi casa está mi infancia, mi ventana y mi lámpara, mi postre favorito, mi carro, mi lista de amigos, mi cine recurrente, mi ruta de librerías, mi estadio de beisbol, mi zona de costumbre y apegos. El sol nace y se pone en mi casa.
Resulta que mi razón de ser, lo que me explica y define,  limita por todas partes con mi casa. Este es el domicilio de mis entusiasmos y obsesiones.
Tengo una vida entera en ella. Y una vida entera es mucho tiempo. Es todo el tiempo. Una vida amueblada por mis años, mis logros y mis mejores fracasos.  
Y sucede que a pesar de todo eso, tengo que explicar por qué no me quiero ir de mi casa.
                                      ***
Generalmente, cuando no llega el agua a mi casa averiguo, pregunto, resuelvo, compro, instalo un tanque. Cuando aparecen filtraciones busco, llamo, persigo al plomero. Cuando la basura se acumula en el depósito reclamo, toco la puerta, hablo con la junta de condominio. Cuando se agrietan sus paredes, cuando se colma de insectos, cuando la cubre el polvo, cuando se trastornan sus aparatos, cuando la polilla ataca, en todos esos casos, no suelo irme, no desisto, no salto por la ventana. Sencillamente, me ocupo. La lleno de atenciones. Busco prodigios que la sanen. 
Sí, en estos tiempos las goteras se han vuelto absurdas, el techo se ha corrompido, el agua sale negra, la luz es escasa, el tronar de las armas eclipsa el bullicio de las guacamayas, la nevera se ha llenado de vacío y nostalgia, a los insectos se le han sumado alimañas impensables. Mi casa es hoy un tesoro arruinado, malbaratado, saqueado. Pero es mi casa. Me cuesta no atenderla. No procurar remedios. No aportar la cal de mis opiniones, la despensa de mis esmeros, el martillo de mi insistencia y su tanto de ética, perspectiva y confianza.
Mi casa está rota. Y yo me sumo a la reparación. No al adiós. Irme es un verbo posible. Tengo derecho a hacerlo. A veces me intoxico de ganas. Pero entiendo que en cualquier otro confín seré un extranjero. Un emigrante. Un nómada accidental.
Es una opción válida, legítima. En ciertos casos, emocionante, y en otros, atemorizante. Es irresponsable juzgar a quien se va. Irse posee el calibre de las desgarraduras. El exilio es una palabra llena de piedras. Quien parte intenta llevarse el peso existencial de la casa. Busca sostenerla desde la distancia. Toda mudanza es incertidumbre y desvelo. Es una acrobacia espiritual.
Hay vecinos que se han ido, otros que están haciendo maletas, ensayando un nuevo idioma, aprendiendo a usar un GPS. Mis hijos se despiden de sus mejores amigos. Mi pareja se despide de sus mejores amigos. Mis mejores amigos se despiden de sus enemigos.
Le pregunto a mi hija de 13 años por qué no se iría del país. Me suelta una ráfaga de sustantivos: la gente, el clima, el idioma, la comida, el paisaje, los amigos. Y agrega algo inesperado: “Me gustaría estar cuando se arreglen las cosas y ver el cambio”. 
                                       ***
Hace poco leí en el blog de alguien un concepto interesante. Decía Daniel Pratt: “migrar es aceptar que tu lugar y tú no pueden continuar juntos, rendirse, asumir que no hay manera de arreglarlo. Tienes que divorciarte, perder, naufragar (…)  Desde el momento que partes eres extranjero siempre, hasta en tu propio país”.
Y, vamos a estar claros, hay mil razones para irse, y quizás solo diez para quedarse. Pero esas diez razones pueden justificar tu vida. 
En estos tiempos los venezolanos estamos viviendo una experiencia inédita. En esta época de ideologías y militancias extremas, el desencanto ha hecho que el país esté advirtiendo el mayor de los éxodos de su historia. Me he topado con la conmovedora circunstancia de ver a una madre hacer todo lo posible por separar a su hijo de ella. Apurándolo para que se vaya a estudiar a Calgary. Lejísimo. Para salvarlo. Para saberlo seguro.
Y, ciertamente, las migraciones son tan antiguas como la especie humana. No debería alarmarnos tanto. Cada ser humano está obligado a vivir sus propios renacimientos.
         Pero la casa no puede quedarse sola. Necesita la atención de sus propietarios. Este extrañamiento, este estupor colectivo, nos hace comprometernos aún más con el momento histórico que estamos viviendo.  
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¿Es este el fin del país? No. Los países no concluyen. Es este un episodio severo. Amargo. Ruinoso. Se habla de la inflación más alta del mundo. De la escasez más pavorosa que hemos vivido. Del corrimiento del sistema de valores. De una violencia sórdida y copiosa que ha convertido al mapa entero en sangre y luto. Así de grave está la casa, así de extrema la inundación. Sí, hacemos agua por todas partes. Los pronósticos del tiempo anuncian sólo noticias oscuras. Entonces, ¿desertamos?, ¿desmantelamos lo que queda? Es una opción, pero ¿realmente queremos renunciar a nuestra casa?
Si esta es la piedra fundacional de nuestros días, ¿qué estamos haciendo para detener su ruina? ¿Basta con el largo quejido que hoy somos? Si no nos involucramos, toca renunciar, incluso estando adentro.  Dejar que otros impongan la ruta de nuestros afanes.  
Es fácil ser ciudadano de un país cuando el viento es benigno, cuando el subsuelo es oro, cuando el peatón ejerce la alegría como contraseña, cuando la comida abunda, cuando el mar es amable y no hay marea alta en el horizonte.
Pero también hay que ser ciudadano cuando el país está enfermo, acosado por la indolencia, atascado en un pantano de errores, cuando es víctima de sus propias contradicciones. El país, nuestra casa mayor, nos necesita en su adversidad, en sus fiebres, en la penuria y la borrasca. Querer a alguien es también lidiar con su infortunio. Si tu pareja se enferma de cáncer, ¿la abandonas?, si tu mejor amigo cae preso, ¿renuncias a visitarlo?; si tu hijo sucumbe a las drogas, ¿le das la espalda?, si tu madre comienza a sufrir de Alzheimer, ¿le sueltas la mano y dejas que camine sola hacia la locura? Supongo que no. Pasa igual con el país. Si los que aquí insistimos no nos comprometemos en buscarle cura a sus desvaríos, en otorgarle coherencia y sensatez, entonces no vale la pena quedarnos.
Los optimistas (dicen que es una raza en extinción en el territorio nacional) saben que toda crisis genera una mina de posibilidades. Repito a  Francois Guizot en su afirmación de que los optimistas son quienes transforman al mundo. La lección ante nuestros errores acumulados ha sido amarga. Pero es hora de responder. De apostar duro. De vivir cada día como construcción. De devolverle a esta tierra de gracia todo lo que nos ha dado, empezando por el derecho a existir y crecer en su aire, en su luz, en su maravilla, maravilla que vamos a devolverle con nuestras ganas de seguir perteneciendo a un gentilicio, de seguir viviendo en la casa grande de nuestra existencia. 

domingo, 10 de mayo de 2015

Exportando revoluciones

Por José Vicente Rodríguez Arnal - El Universal - 10/05/2015
En Venezuela el PIB decreció 3% siendo el único país de la región con crecimiento negativo.

Fidel Castro en los años sesenta trató de exportar su revolución comunista a varios países de América Latina, no solo con penetración ideológica sino también dando apoyo logístico y humano a los movimientos guerrilleros que pretendían derrocar a gobiernos legítimamente constituidos, en especial a los venezolanos. Su intento fracasó. Tan solo en Chile, en el gobierno de Salvador Allende, hubo un intento de aplicar las tesis de la revolución cubana, si bien su programa socialista ya había sido propuesto al electorado chileno muchos años antes de la aparición de Fidel Castro en la escena política latinoamericana.

Hugo Chávez después de su asunción a la presidencia de Venezuela en el año 1999, también propició la exportación de la "revolución bolivariana" con el Socialismo del Siglo XXI. Varios países latinoamericanos se identificaron de inmediato con su prédica antiimperialista, populista y socialista. Sus gobernantes no escatimaron elogios a Chávez, mostrando reiteradamente sus simpatías y solidaridad con el chavismo. Entre ellos destacan por su tenacidad los de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Uruguay, que disfrutaron de un afecto y apoyo muy especial por parte de Chávez.

El intento de Venezuela de inculcar en la región la ideología del Socialismo del Siglo XXI estuvo apoyado no solo con aportes de ingentes recursos financieros sino también con acuerdos para comprarles sus productos, con lo cual se ha favorecido a sus gobiernos, a sus empresarios y a sus trabajadores, sin ninguna contraprestación económica para nuestro país; por el contrario, nuestras importaciones de productos alimenticios ha sido en detrimento de nuestra producción nacional. Sin embargo, la aparente identificación ideológica con la revolución bolivariana parece haber sido solo de carácter retórico pues ninguno de ellos ha aplicado en sus respectivos países el modelo del Socialismo del Siglo XXI. Así observamos que Ecuador tiene su economía dolarizada, siendo el dólar la moneda de curso legal con billetes emitidos por Estados Unidos; Cuba, por su parte, vive un proceso de apertura económica para liberalizar su economía y atraer capitales extranjeros. 

Son evidentes las grandes diferencias que existen entre los exitosos resultados de las políticas económicas en esos cinco países con los obtenidos en Venezuela. Como ejemplo veamos dos indicadores correspondientes al año 2014. El Producto Interno Bruto creció en Bolivia 5,2%, en Cuba 1,1%, en Ecuador 4%, en Nicaragua 4,5% y en Uruguay 3,5%, mientras que en Venezuela decreció 3% siendo el único país en la región con crecimiento negativo. La tasa de inflación en esos cinco países osciló entre un mínimo de 5% y un máximo de 8%. En Venezuela fue de 68,5%, siendo significativo el hecho de que la inflación en alimentos sobrepasó el 100% a pesar de que buena parte de esos productos tienen precios regulados.

En consecuencia, el gobierno venezolano debería evaluar la forma como se ha conducido la economía en esos países que tan buenos resultados les ha dado, ver sus experiencias, oír sus consejos y tomar las medidas necesarias para cambiar el de rumbo de nuestra economía. 

miércoles, 25 de marzo de 2015

Un patio trasero con uranio

Por Marianella Salazar - El Nacional - 18 de marzo de 2015

Las razones por las cuales el presidente Barack Obama firmó el pasado 9 de marzo un decreto de emergencia nacional, donde advierte que Venezuela es una amenaza y un peligro para la seguridad de su país, son muy graves. Según nuestras fuentes de inteligencia, las causas están fundamentadas en pruebas presentadas a un grupo de legisladores republicanos por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, después de finalizar su discurso en el Congreso norteamericano, el pasado 3 de marzo, donde criticó el acuerdo nuclear emergente entre Estados Unidos e Irán y aseguró que esas negociaciones son una garantía de que Teherán obtendrá armas nucleares y pondrá en peligro al mundo. Según las fuentes, Netanyahu, en un esfuerzo para que los republicanos bloqueen el acuerdo, llevó pruebas con coordenadas de los lugares en Venezuela donde los iraníes sacan el uranio para su programa nuclear.
Cuando Netanyahu se marchó de Estados Unidos, varios legisladores se reunieron con Obama para llevarle esas pruebas, y sus asesores de inteligencia comprobaron que eran reales, así que a Obama no le quedó otra que hacer esa declaración con el objetivo de frenar el suministro de uranio. La agencia de inteligencia israelí, el Mossad, viene trabajando durante muchos años en nuestro país y tiene todas las pruebas de los envíos de uranio.
El apoyo de Venezuela al programa nuclear iraní nos insertó en el conflicto mundial, como suministrador de uranio. Los jerarcas chavistas se encargaron de decirle al mundo que Venezuela era el primer aliado de Irán. No es nada nuevo. Por ejemplo, en una reunión de la OPEP (31 enero, 2006) en Viena, el entonces ministro de Minas, Rafael Ramírez, anunció el apoyo al programa nuclear iraní y amenazó con el alza del precio del petróleo si Irán era denunciado ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
La declaración de la Casa Blanca señalando a Venezuela como un peligro para su seguridad y su política exterior, sin explicar los verdaderas razones, han sido un respiro para el desfalleciente gobierno de Nicolás Maduro, que ha sabido cobrarse un costo político y sumarse a la disidencia chavista que hace causa común contra el imperialismo.
La situación política es de una gran ambigüedad, por una parte Maduro permite la entrada de las perforadoras de la Exxon Mobil en nuestras aguas territoriales con Guyana, y por otra se desgarra en inflamas patrioteras y antimperialistas para mantenerse en el poder, atrayendo a militares chavistas que no lo apoyan. Veremos si es capaz de sacarle provecho a la VII Cumbre de las Américas, a realizarse el próximo mes de abril en Panamá, y logra éxito en la “guarimba” que le prepararán a Obama, buscando consenso entre los presidentes aliados. Aunque hasta ahora no cuentan sino con el apoyo de Evo Morales.

Tic tac
1-. Cuba se comprometió con Guyana a impedir que la Fuerza Armada Bolivariana actúe contra la Exxon Mobil, que inició operaciones en aguas de Guyana cuya soberanía está en discusión. A cambio, manejará el negocio a futuro y tendrá garantizado el petróleo cuando Maduro esté fuera del poder. Guyana teme que la Armada proceda contra la plataforma y hunda algún barco, por el antecedente de octubre 2013, cuando capturaron un buque que trabajaba en las aguas en disputa y lo llevaron a la isla de Margarita.
2-. El dinero proveniente de Pdvsa en cuentas de la filial española del Banco Madrid en Andorra pone al descubierto cómo las guerrillas de las FARC disponían de ese dinero para sus compras de armas y pagar al gobierno cubano por las negociaciones de paz realizadas en su territorio. La estadía de los negociadores de las FARC en hoteles cinco estrellas, whisky 18 años y jineteras cubanas no es gratis.

lunes, 26 de enero de 2015

"Maduro en su laberinto" Editorial The New York Times

"Retratos enmarcados del fallecido líder venezolano Hugo Chávez se expusieron en diversos eventos que realizó el Presidente Nicolás Maduro, durante su reciente gira internacional, una misión en la que el hombre al mando de la nación con mayores reservas petroleras, recorrió el mundo rogando por un rescate financiero.
Afiches de su antecesor también abundaron cuando Maduro, quien anteriormente se desempeñó como chofer de autobús, regresó a una carnavalesca bienvenida, tomando el timón del primer vehículo de una caravana que recorrió calles de Caracas llenas de partidarios.
La semana pasada, durante un discurso ante la Asamblea General, Maduro, quien según encuestas cuenta con el apoyo del 22%, nuevamente invocó a su mentor al predecir una amplia victoria durante elecciones legislativas este año.
"No tengo duda de que el pueblo chavista le va a dar una gran victoria este año, en memoria de Hugo Chávez, en las elecciones que se hagan este año", dijo.
Desde que llegó al poder en abril de 2013 tras la muerte de Chávez, con un minúsculo margen electoral, Maduro ha tomado provecho del legado de su antecesor, un líder populista quien gobernó mediocremente, pero tuvo la fortuna de tener gran carisma y agudos instintos políticos. Maduro, quien no cuenta con ninguno de los dos, se ha vuelto cada vez más errático y despótico en una lucha por la supervivencia política que, día a día, parece más abrumadora. Los ingresos de la industria petrolera permitieron que Chávez construyera una extensa red de clientelismo y robustos programas sociales durante sus 14 años en el poder. Durante el mandato de Maduro, ambos se están desmoronando.
El bajo precio del crudo, que representa el 95% de los ingresos de exportación de Venezuela, ha llevado al borde del desplomo a una economía que ha sido manejada desastrosamente durante varios años. La inflación subió un 64% el año pasado. El miércoles, el Fondo Monetario Internacional predijo que la economía venezolana se va a contraer un 7% durante 2015, lo cual podría obligar a que Caracas incumpla el pago de su deuda externa o tenga que limitar sustancialmente los subsidios que le proporciona a países aliados en el Caribe, entre ellos Cuba.
Maduro no ha explicado claramente qué tipo de dolorosas reformas económicas, como ajustes de precios y de cambios monetarios, está dispuesto a implementar. Increíblemente, ha prometido que expandirá programas sociales y aumentará salarios. Lejos de asumir responsabilidad por la crisis, él y sus aliados han dicho que las carencias son culpa de opositores políticos a quienes acusan de facilitar una conspiración internacional.
Una de las figuras más prominentes de la oposición, Leopoldo López, lleva preso desde febrero, acusado injustamente de haber instigado demostraciones violentas hace un año. Durante el kafkiano juicio de López, las autoridades han argumentado que el acusado propició actos sangrientos mediante mensajes subliminales.
El mes pasado, el gobierno imputó cargos criminales contra otra líder de la oposición, María Corina Machado, presuntamente por ser parte de un complot para asesinar a Maduro, una acusación absurda y sin fundamentos contra otra rival de peso.
La campaña contra la oposición, en un país donde la prensa está cada vez más débil y subyugada, parece representar un esfuerzo por desviar la atención pública de la decreciente calidad de vida de los venezolanos. Agentes de seguridad han sido enviados a custodiar los supermercados, donde la gente pasa horas haciendo fila para recaudar lo poco que queda en las estanterías.
Hace unos días, una mujer venezolana que llevaba haciendo fila desde las 4 a.m., le mostró a una periodista de la cadena de noticias Al Jazeera English su antebrazo, donde alguien había escrito el número 413 con un tinta negra, para registrar su lugar en la fila.
"Ahorita somos como ganado", dijo la mujer. "Esto se tiene que acabar".
Horas más tarde, el gobierno de Maduro respondió con su característica estrategia de buscar un chivo expiatorio para esconder la calamidad nacional. Diosdado Cabello, el Presidente de la Asamblea Nacional, en una alocución televisada, injurió a la periodista, Mónica Villamizar, llamándola una espía estadounidense".

domingo, 25 de enero de 2015

Del por ahora al Dios proveerá

Por Miguel Ángel Santos - El Nacional - Caracas - 25/01/2015
Maduro llegó a la sesión de memoria y cuenta en el momento cumbre. Tras volver de la gira mundial con las manos vacías, y con los precios del petróleo por debajo de cuarenta, hay un cierto presentimiento de que esta vez sí será. Muy poca gente entiende las cosas a las que presumiblemente se va a referir; pocos son capaces de interpretar las medidas, los tonos, lo que dijo y lo que no se dijo, en términos de champú, de pollo, de abastecimiento, de carne, de poder de compra del salario. Vienen tiempos difíciles, y siendo así no es de extrañar que haya empezado por recurrir a la épica histórica del chavismo, contrastando los dieciséis años de revolución a los dieciséis previos.
¿Y qué ha pasado en estos dieciséis años? En promedio, quienes se sientan a escuchar a Maduro esa noche consumen 52% más que en 1998. Ha ocurrido un boom fenomenal en el consumo, equivalente a aumentar en volumen 2,7% cada año. En ese período, el consumo alcanzó su punto máximo histórico, y uno tiene la impresión de que cualquier aclaratoria o advertencia que se haga, las que hemos venido haciendo muchos todos estos años, va a caer en terreno estéril. Hasta hace poco, era en cierta forma el equivalente a aparecerse con la cuenta en la Última Cena (una idea original de Cabrujas, que me ha parecido útil traer a colación).
¿Cómo ha sido eso posible? Lo primero que cabría aclarar es que no lo ha hecho posible nuestra capacidad productiva. En esos dieciséis años nuestra producción per cápita apenas aumentó 12% anual, equivalentes a un mísero 0,7% anual. Toda la diferencia entre nuestro consumo y nuestra producción la vinieron a cubrir importaciones. Con el chavismo, Venezuela pasó de importar 18.000 millones de dólares en 2004, a nada menos que 65.000 millones en 2012. He aquí la clave del éxito de la revolución y el espejismo del socialismo posible: promovió un conjunto de medidas que en otras circunstancias habrían causado un empobrecimiento acelerado, en medio de un boom de consumo privado. De ahí que haya podido darse el lujo de expropiar, amenazar y saquear a empresarios nacionales e internacionales (estos últimos siempre mejor pagados), y sobrevivir políticamente a la destrucción del aparato productivo nacional.
Todo eso fue posible no sólo al boom petrolero, 698.000 millones en exportaciones entre 2004 y la fecha. El endeudamiento acelerado de la nación vino a complementar el ingreso petrolero: entre 2006 y 2012 la deuda de Venezuela se cuadruplicó, pasando de 26.500 millones de dólares a nada menos que 116.000. Maduro ha dicho Dios proveerá, pero el hecho es que Dios lleva ya rato proveyendo la bonanza petrolera más larga de nuestra historia.
Llegados a este punto, con el petróleo por debajo de cuarenta y los mercados internacionales cerrados para Venezuela, tras trajinar por el mundo pasando colecta y regresar con las manos vacías: ¿qué ha dicho Maduro?
En primer lugar ha anunciado el mantenimiento de la tasa oficial 6,30, sobrevalorada ya en una magnitud inestimable, y ha garantizado al menos 8.000 millones de dólares en esa gaveta que serán “sólo para alimentos y medicinas”. El problema está en que hace rato que esas asignaciones se vienen orientando a lo que contablemente se registra como alimentos y medicinas, pero en ningún caso se traducen en una cantidad similar de bienes. Con el mercado paralelo 29 veces por encima de esa tasa, recibir dólares a tasa oficial y crear importaciones ficticias es el único negocio del lugar. Maduro demuestra así la importancia de la élite que lo mantiene, manteniéndole a su vez los privilegios del dinero fácil. Nosotros los mantenemos a ellos, y ellos lo mantiene a él.
Maduro ha anunciado también la consolidación de Sicad I y II en una única subasta, y ha asomado que habrá un tercer mercado “de bolsas públicas y privadas”. Aseguró que con eso trata de “aplacar a ese otro mercado, el ilegal”, algo que muchos han interpretado erróneamente como el levantamiento del control de cambio. Es temprano aún. Habrá que leer la letra pequeña. Una retórica similar ya prevaleció con el lanzamiento tanto de Sicad I como de Sicad II, y lo que ocurrió después ya se conoce: Cualquier cosa menos un mercado libre.
Mi impresión es que, en este caso, tampoco lo será. Con el precio del petróleo por debajo de cuarenta dólares, nuestras exportaciones petroleras apenas llegarían a 25.000 millones de dólares. Nuestras importaciones en 2014, un año terriblemente caótico, con caídas de 4% en la producción, 3,3% en el consumo privado, 93% de inflación de alimentos y desabastecimiento rampante, estuvieron alrededor de 42.000 millones. Nuestra balanza de servicios, que contempla pagos de intereses de deuda, fletes y seguros, totalizó nada menos que 15.000 millones de dólares. Si se le agregan 5.000 dólares de pagos de principal de deuda, ese país caótico y errático viene quemando dólares a ritmo de 62.000 millones anuales. Ahora la cantidad de dólares que el gobierno tiene para vender entre esos tres sistemas es mucho menor, y si vende en el paralelo “legal” no tendría para SICAD y para el 6,30; si vende en esos dos, no tendría suficiente para aquél.
Con un detalle adicional. Muchos dan por sentado que un mercado paralelo legal traería consigo una reducción significativa en el precio del dólar “libre”. Es posible, hoy en día el mercado tiene una prima por falta de liquidez y otra por ilegalidad, es inestable y caprichoso. Algo de estructura legal podría reducir el riesgo y bajar el valor del dólar. Pero también es verdad que hay muchas transnacionales sentadas en diez años de utilidades acumuladas en bolívares (los diez años que tiene Cadivi sin liquidar dólares para repatriación de dividendos) que estarían dispuestas a volcarse sobre el mercado legal aumentando exponencialmente la demanda. ¿Y quién va a ofertar divisas en ese mercado?
Maduro también ha asomado la posibilidad de un aumento de la gasolina. Eso, que no podemos seguir regalando la gasolina, es acaso la única cosa responsable que ha dicho. Está claro que lo ha hecho más por necesidad que por convicción. El problema está en que ni la devaluación, ni el aumento de gasolina, generan dólares. La única forma de que eso ocurra es que el nuevo precio de la gasolina sea tan colosal, que reduzca la demanda en Venezuela y podamos exportar esos barriles a precios de mercado. Improbable.
Llegados a este punto, con nuestro consumo dependiendo de importaciones en una proporción nunca vista, lo único que podría evitar una caída colosal serían dólares. Pero China ha dicho que no. Los mercados internacionales están efectivamente cerrados, con primas superiores a 30% en dólares. En esa circunstancia han recurrido a una de las pocas opciones abiertas: endeudar Citgo. Por estos días, un grupo de banqueros de inversión de Texas se pasean por ahí ofreciendo 2.500 millones de dólares en bonos de la subsidiaria de Pdvsa con un rendimiento estimado de 10%. Parten de la base de que, en caso de default, la deuda sería fácilmente recuperable liquidando los activos de Citgo en Estados Unidos. Lo más curioso: en el road show queda claro que los fondos irán directamente a Pdvsa (gasto público) y no tendrán nada que ver con inversiones de la subsidiaria. El problema está en el riesgo de un default hacia finales de año, cuando debamos enfrentar el vencimiento de 11.000 millones de dólares muy cerca de las elecciones parlamentarias. ¿Qué pasaría con esa deuda de Citgo si caen en default los bonos soberanos o Pdvsa?
A propósito de la posibilidad de default, hubo un par de comentarios de Maduro que me parece vale la pena rescatar. Ha dicho que ya está claro que todo el riesgo que las calificadoras le atribuyen a Venezuela es “por factores geopolíticos”, y que en el futuro “habrá que filtrar las teorías poniendo por delante los intereses de la nación”. También ha asomado que promoverá una mayor inversión privada en el negocio petrolero, algo que podría hacer en alguna medida sin modificar la ley que exige mayoría para la República en todos sus contratos (en algunos Venezuela tiene más de 50,1%).
En resumen, Maduro ha anunciado que se mantendrá el sistema de cambio múltiple que ha engendrado el episodio de corrupción más grande de nuestra historia (y mire que tenía competencia). Ha anunciado una revisión en el precio de la gasolina, que tomará algún tiempo y en cualquier caso sólo recaudará bolívares. No ha hecho un solo anuncio monetario ni fiscal, no ha dicho cómo va a cubrir ese enorme hueco entre los ingresos y los gastos del Estado, y peor aún, se ha comprometido a crear nuevos programas sociales de protección que probablemente no vayan más allá de un espejismo. Si el déficit en 2014 fue 19% del PIB, con el petróleo en promedio a noventa dólares por barril, la magnitud del hueco fiscal ahora es inestimable. Lo único que queda es imprimir dinero a mansalva, a un ritmo que traería una inflación superior a 100%. Quizás ese Dios al que se refería Maduro no sea otro que la propia Casa de la Moneda de ahí de Maracay. Podría inclusive ir mucho más allá, pero es aún temprano para predecir una hiperinflación. La caída en el consumo privado y la de la producción será muy acentuada. La contracción necesaria en importaciones para cuadrar las cuentas en dólares es brutal, y a estas alturas ya no queda nadie en disposición ni capacidad de venir a producir aquí lo que ya no podemos comprar afuera. El Fondo Monetario Internacional, que ha actualizado su pronóstico hace unos días a nada menos que -7%, muy probablemente se haya quedado corto.
¿Qué no anunció Maduro? No levantó el control de cambio, ni ofreció una ruta clara para llegar ahí. No ofreció unificar el Tesoro Nacional, ahora dividido en cuatro o cinco partes, sólo una de las cuales pasa por el escrutinio de la Asamblea Nacional. No habló de suspender los envíos de petróleo subsidiado que aún persisten. No ofreció restablecer los activos expropiados a sus antiguos dueños. No garantizó la propiedad privada. No solicitó la renuncia el pleno al Directorio del BCV, que ha fracasado en su meta de “mantener estabilidad de precios”. No dijo nada en relación con el control de precios, por el contrario, comenzó anunciando una suerte de saqueos institucionalizados a los inventarios aún disponibles entre productores y comerciantes nacionales. Nada de esto, ninguna mención a atacar el problema de fondo y reconocer el enorme fracaso, el fraude, que ha sido la revolución. Hacer algo así, hubiese implicado acabar con el sistema de privilegios que lo sostiene, equivaldría a serruchar el piso en el que precariamente se sostiene. Por esa razón, no anunció nada de lo que nos convendría. Y es que lo que nos conviene a nosotros, como nación, hace ya rato que no le conviene ni a él ni al chavismo. Y viceversa.