martes, 28 de enero de 2014

Luis Miquilena, dirigente de la resistencia democrática el 23 de enero de 1958 - ENTREVISTA

 ROBERTO GIUSTI -  EL UNIVERSAL - 26 de enero de 2014

A principios de 1999, cuando Hugo Chávez se disponía a recibir la banda presidencial le confió a sus íntimos que tenía pensado invitar a su toma de posesión a Marcos Pérez Jiménez. Decisión que seguramente había meditado desde que el general lo recibió en su mansión de La Moraleja (Madrid) en cumplimiento del ritual de los candidatos alternativos a la búsqueda de un puñado de votos nostálgicos. Al fin y al cabo eran dos militares, ambos golpistas, que habían llegado al poder en acción retardada de sus respectivas asonadas.

Pero Chávez olvidaba que su mentor para entonces, Luis Miquilena, había sido uno de los dirigentes que mantuvo viva la resistencia democrática y había pagado con tortura y carcelazos, como quizás ninguno de sus compañeros sufrió, su lucha contra la dictadura 

Miquilena confiesa que se opuso rotundamente, pero no para pasarle la factura a un viejo enemigo, sino porque comenzaba muy mal un gobierno, electo popularmente, distinguiendo a quien representaba la antítesis de los valores democráticos. Chávez bajó la cabeza y Pérez Jiménez no vino. 

-¿Es equiparable la situación que vivía el país antes del 23 de Enero de 1958 a la que vive actualmente?

-El 23 de Enero, culminación de una batalla que se prolongó por diez años, aparece como una insurgencia de carácter militar y una alianza civil. Pero asumir la fecha de una manera contemplativa no resulta lo más conveniente en este momento. Sobre todo porque de aquellas experiencias debemos extraer toda enseñanza que pueda ser enriquecida y mejorada en el combate que el pueblo venezolano tiene planteado ante el régimen imperante.

-¿Qué implica tener una posición más activa?

-Aquellos momentos fueron producto de una intensa lucha, librada por verdaderos combatientes que se jugaron la vida durante el tiempo que prevaleció la dictadura. El arrojo de los jóvenes de aquella época, ejemplo para las generaciones actuales, nos dice que nada se conquista sin un gran esfuerzo y la acción permanente en defensa de los ideales que defiendes.

-Cuando usted habla de "combate" y de "lucha" contra la dictadura perezjimenista lo hace en términos literales. Pero cuando se refiere a esta época, ¿lo hace en sentido figurado?

-El carácter esencial que tuvo aquella lucha es la experiencia que debemos tomar y no para imitarla sino, incluso, para superarla porque las condiciones planteadas hoy son más difíciles, aunque parezca mentira, que las de aquel momento.

-¿Por qué más difíciles si hoy los partidos no están proscritos, la oposición actúa públicamente y dispone de una representación en la Asamblea Nacional?

-Ese es, precisamente, el opio que parece estar arraigándose en la oposición. Esos amagos de democracia, que se manifiestan en elecciones, son remedos de libertad que, en el fondo, no pasan de eso, de remedos. Las reivindicaciones que estuvieron planteadas en aquel momento son las mismas de hoy.

-¿Como cuáles?

-Como la defensa de las instituciones, la necesidad de un poder judicial autónomo e independiente y el respeto absoluto a libertades públicas.

-Pero, ¿no son diferentes las naturalezas del chavismo y el perezjimenizmo?

-En aquella época no existía un elemento distorsionador, verdaderamente miserable, que padecemos hoy, como es la intervención directa de Cuba, que ha convertido al país en sucursal de La Habana. Tenemos, además, otro agravante en relación con el 23 de Enero, porque si antes luchábamos contra adversarios venezolanos, hoy las cosas han cambiado y se agrega un nefasto ingrediente: el comunismo. Eso nos obliga a no dar tregua en este lucha contra el Gobierno porque se trata de un régimen que no solo niega las libertades, sino cuya concepción económica (el estatismo desatado) ha destruido por completo el aparato productivo y la propiedad privada.

-¿Cree usted que esta es una revolución verdadera?

-Es un comunismo de alpargatas porque no constituye, ni siquiera, una representación comparable con experiencias en otros países. Aquí se han impuesto unas camarillas que le han entrado de lleno a los recursos del país de la manera más inmoral y una corrupción sin límite.

-Esa situación que usted describe como más grave que la de los años 50, ¿justificaría el abandono del camino electoral?

-Las elecciones constituyen la esencia de la democracia y objetivo fundamental es lograr su rescate y plena vigencia. Pero no se puede concebir la electoral como la única forma de lucha. La luchas populares, por las reivindicaciones de los más pobres, implica manejar el conflicto que, de una orilla a la otra del país, toca los resortes más sensibles de la sociedad venezolana. Todo eso requiere el despliegue de una ofensiva que no está, precisamente, planteada en el campo electoral. Por ahora no hay elecciones a la vista y debemos atender el reclamo que nos hace el país para que libremos una lucha, sin cuartel, conducida por los sectores de oposición.

-¿No está ocurriendo eso?

-Hemos dado un paso importante al aglutinar un sector inmensamente mayoritario de oposición, que adelantó una labor excepcional en la campaña electoral previa al 14 de abril. En las elecciones quedó establecido un hecho evidente para el país: la elección resultó fraudulenta, tal y como denunciaron las fuerzas democráticas. Pero la respuesta no podía limitarse a un simple recurso jurídico, acudiendo a los tribunales que es uno de los factores más corruptos de nuestra sociedad, y mucho menos a los organismos internacionales porque ya sabemos que este gobierno los ha negado reiteradamente.

-¿Cuál era la respuesta?

-Una vía distinta. La salida a la calle de un millón de personas, 500 mil, 200 mil, denunciando el fraude y llevando adelante una causa tan legítima como el reconocimiento de la voluntad popular. En tales circunstancias esa era la única manera.

-¿No iba a costar eso el sacrificio de vidas en cifras inimaginables?

-Tú sabes, y lo saben los luchadores sociales, que quien toma la responsabilidad de conducir la batalla política, debe asumir riesgos. Cuando hablas del 23 de Enero sabes que se trata de una culminación de una batalla que se dio con saldo de muertos, heridos, torturados, encarcelados. La historia demuestra que ninguna batalla política es incruenta. Todo lo contrario, son duras, violentas y representan esos riesgos que los dirigentes deben asumir.

-¿Se equivocó Capriles?

-No podría decirlo porque tampoco quiero individualizar. Creo, sí, que la oposición, en general, falló en ese momento. Y creo que sigue engatillada. Aquí existen protestas provenientes de todos los sectores. Las inmensas colas en los supermercados dicen a las claras que no hay comida y cuando se consigue, mucha gente no tiene con qué comprarla. De manera que el pueblo está viviendo una situación conflictiva. ¿Y quién se ha puesto al frente de esa lucha? Los obreros siderúrgicos de Bolívar viven en permanente reclamo y nadie de la oposición se ha preocupado en acompañarlos. Hubo huelga de estudiantes y profesores, vista con simpatía por el país y nadie estuvo con ellos.

-Sin embargo, el Gobierno ganó las elecciones del 8 de diciembre.

-Las municipales son consecuencia de las presidenciales. Luego del 14 de abril la oposición entró en un estado de tranquilidad y fue a esas elecciones planteando reivindicaciones económicas, sin esgrimir la razón política fundamental: un gobierno fraudulento que fue desconocido. En eso debía haberse concentrado la estrategia. No hubo una denuncia radical contra el aparato electoral montado por el oficialismo y la abusiva ventaja de la cual gozó, haciendo y deshaciendo con los recursos del Estado. No se le dio al pueblo una idea completa del tipo de enemigo que teníamos por delante y que debíamos vencer. Sin embargo, no considero como una derrota los resultados de diciembre. En esa campaña salieron a relucir grandes recursos espirituales y políticos con los cuales aún cuenta el país y en las grandes ciudades la oposición obtuvo victorias importantes.

-Uno podría deducir de su análisis que si bien el camino electoral es el ideal, en las condiciones actuales resulta imposible aplicarlo como instrumento para el cambio. 

-En este momento la situación es difícil para la dirección política. Por eso hace falta una compaginación de los sectores más lúcidos y de mayor capacidad para establecer una estrategia adecuada que permita conducir las luchas políticas. El factor electoral está planteado, pero a largo plazo. Estamos ante un conflicto que requiere la aplicación de otros métodos, la lucha del pueblo en la calle, para lograr, en lo posible, el cambio que debe producirse.

-¿Cómo ocurrió el 23 de Enero?

-Sí, como ocurrió el 23 de Enero.

-El 23 de Enero la intervención militar fue decisiva.

-Fue decisiva, pero con un elemento muy importante: las fuerzas civiles estaban en contacto con las fuerzas militares y coincidieron en el planteamiento. Los civiles salieron a la calle junto con los militares. Y se dio una batalla que podríamos entender como cívico-militar. Los militares no son indiferentes, sufren las mismas consecuencias y penalidades de los civiles y estoy seguro que muchos de ellos no ven con buenos ojos las políticas que adelanta el gobierno y apostarían, más bien, a un cambio del cuadro que hoy padecemos.

-Es decir, el cambio obedecería a la necesaria presión que ejerza una población activa y organizada sobre las Fuerzas Armadas.

-Los sectores populares salen a la calle en plan de lucha y de combate cuando ven frustrados sus derechos. Y eso opera como un factor de irradiación hacia otros sectores de la población. Cuando hay 100 mil personas levantando banderas reivindicativas puede acudirse, incluso, al camino del entendimiento y del diálogo.

-¿Y no es eso lo que se está dando?

-No me refiero al diálogo entre el amo y el siervo, que fue el caso con los alcaldes, una vergüenza porque no hubo una posición viril y reveladora de la determinación de lucha que debe animar a la oposición. Fue un encuentro más bien meloso y de reconocimiento de la legitimidad, como Presidente, de alguien cuya elección se calificó de fraudulenta por muchos sectores. Y ese no es el verdadero diálogo.

-Entonces, ¿cuál es el verdadero diálogo?

-Aquel que se da cuando las fuerzas se pueden parangonar y van a las conversaciones en ciertas condiciones de igualdad. No con una debilidad que impide, ni siquiera, pensar en la posibilidad de un acuerdo porque éste, al final, no serviría para nada.

Democracia ficticia

ASDRÚBAL AGUIAR |  EL UNIVERSAL - 28 de enero de 2014 

Aún se sorprenden nuestros compatriotas, incluso la oposición, cuando les dicen, como lo hace Human Rights Watch en su Informe, que Venezuela vive una falsa democracia.

Osvaldo Hurtado, expresidente ecuatoriano habla de dictaduras del siglo XXI y, en lo personal, prefiero llamar demoautocracias a las que surgen bajo el paraguas del socialismo del siglo XXI, pues la gente opta por la dictadura alegremente, votando. Pero ello ocurre en nuestro caso como reflejo de lo que somos, un pueblo sin madurez democrática y cultor del militarismo. No obstante nos decimos demócratas, y cuando alguien afirma lo contrario nos irritamos o creemos que exageran.

Lo cierto es que no hay democracia en Venezuela, así tengamos a opositores electos como alcaldes o gobernadores. Con elecciones, es verdad, se inicia la experiencia de la democracia, pero no bastan para vivirla. Nuestros dictadores militares, que han sido los más en casi 200 años de historia, desde 1830 cuando el general Páez nos da patria, hacían elecciones. Les gustaba se les llamase -Pérez Jiménez sobre todo- presidentes constitucionales. E imponían a sus sucesores, dentro de la mejor tradición constitucional bolivariana.

La democracia, en la cultura occidental, es derechos humanos. Sin embargo, el régimen actual nos eliminó el derecho a la tutela de esos derechos al separarse de la Comisión y la Corte Interamericanas de DD. HH. Aparte, la vida nada vale como derecho. Suman 200.000 los homicidios, mientras la Defensora del Pueblo -a quien la ONU le llama la atención por ello- opta por defender la revolución por encima de las garantías de sus conciudadanos. Y la democracia exige separación e independencia de poderes, que rechazan como premisa la misma presidenta del TSJ y la Fiscal General. Tanto que el celebérrimo coronel Aponte Aponte cuenta que cada semana, en Miraflores o la Vicepresidencia, estas deciden el destino de la justicia en conciliábulo con el régimen.

Solo en democracia se accede al poder conforme al Estado de Derecho, y Nicolás Maduro lo hizo conforme al testamento de su predecesor. Al efecto la Sala Constitucional, sirviente, aplanó la Constitución para que diga lo que no dice. Maduro no podía asumir como encargado presidencial sin el juramento de Hugo Chávez y él mismo, como vicepresidente, estaba inhabilitado para ser candidato.

La columna vertebral de la democracia es la libertad de prensa. Y es cierto que los venezolanos, deslenguados, a diario hablamos pasguatadas sin que nadie nos recrimine, salvo cuando está presente un cabillero de la revolución o Guardia del Pueblo. Aun así se ha impuesto una hegemonía comunicacional de Estado. El régimen viene con su tijera por las telenovelas y deja sin papel a la prensa escrita independiente, salvo a la suya.

Transparencia y probidad son exigencias de la democracia. Mas en Venezuela no hay estadísticas fiables ni las muestra el régimen y se han desaparecido, en francachelas revolucionarias, cerca de 1.300 billones de dólares. La botija está vacía y no hay un solo preso por la corrupción que nos anega. 

La subordinación de la Fuerza Armada al poder civil es clave de la democracia, y causa hilaridad desde que, bajo los cánones de la Constitución de 1999, el mundo militar se hace transversal al sistema institucional para militarizar a los civiles. De modo que, cumplimos 15 años bajo gobierno de militares, con una breve mascarada cívico-militar desde cuanto Maduro es impuesto como causahabiente.

Nada agrego con relación a los otros dos elementos sustantivos de la democracia, a saber, la existencia de partidos políticos y la celebración de elecciones justas y libres, pues hay tela que cortar. Por lo pronto, fue decisión impuesta por Chávez, en 2004, con La Nueva Etapa, la formación de un partido único, el PSUV, que desde el 2010 se declara oficialmente marxista. Los partidos del siglo XX son franquicias en la actualidad y los que se han proyectado hacia el siglo XXI, con vocación democrática cabal, son perseguidos con saña. Entre tanto, las rectoras revolucionarias del Poder Electoral se ocupan de perfeccionar su caja negra para que el régimen jamás pierda elecciones, como ocurre en Cuba y ocurriera en el Iraq de Saddam y en la Libia de Gadafi.

No pocos compatriotas, en fin, se dan por servidos con la democracia de utilería que tienen y han aceptado. Les basta mientras el gendarme o "César democrático" de turno les realice el mito de El Dorado. Siempre ha sido así. La cuestión es que se acabaron los dólares y los anaqueles están vacíos. Hoy les sorprende, por lo mismo, el despertar, luego de la larga borrachera revolucionaria.

sábado, 25 de enero de 2014

¿Qué secreto sabe Rafael Ramírez?

Yon Goicoechea - El Universal - 25 de enero de 2014

El chavismo hubiese podido establecer un comunismo con mediana comodidad, si no hubiese tocado la industria petrolera. El petróleo hubiese mantenido al país, sin sacarlo de la pobreza ni desarrollarlo, pero sin grandes sobresaltos. Asimismo, el gobierno hubiese mantenido su voracidad importadora, su discurso contra todo el que produjese algo, los subsidios y su verborrea sin fin. Venezuela pudo ser el paraíso de los mediocres y trasnochados comunistas del planeta, que se hubiesen retorcido de placer al ver a la gente pobre pero conformada. El problema es que el diablo esconde la olla, pero no guarda la tapa. 

Su avaricia los llevó a destruir lo que les daba el dinero. En primer lugar, politizaron Pdvsa. Luego nacionalizaron a grandes petroleras multinacionales con concesiones en el país. Crearon empresas mixtas que, a diferencia de otras similares de países libres, representaron matrimonios obligados con un gobierno ineficiente. Cambiaron bruscamente la política fiscal. Expulsaron del país a gran parte de nuestro capital social. Mantuvieron a los inversionistas nerviosos, mediante un discurso hostil. Por supuesto, dejaron de invertir en infraestructura petrolera y, por si fuera poco, dejaron de mantener las estructuras ya existentes. Al descuidar la seguridad industrial, mermaron nuestra capacidad refinadora y nos convirtieron en importadores de gasolina y otros productos que antes exportábamos. Gasolina, por cierto, que mantuvieron subsidiada a un precio ridículo, lo que incrementó el consumo interno en detrimento de las exportaciones. Todo ello se hizo mientras el gobierno regalaba nuestro petróleo a cuanto "chulo político" secundare internacionalmente sus delirios. Incluyendo algunos de Estados Unidos.  

Hace poco más de un año, al llegar a mi clase de políticas energéticas en los BRICS, en Columbia University, la presentación proyectada en el pizarrón titulaba: "What not to do: The Venezuelan Case." (Lo que no se debe hacer: el caso de Venezuela). Para nuestra vergüenza,  lo ocurrido en nuestro maltratado país se estudia en las grandes universidades del mundo, pero como un caso de fracaso extremo. Hugo Chávez quiso que la cara de ese fracaso fuese Rafael Ramírez. El mismo a quien Maduro ha confiado hoy el destino económico de los venezolanos.

Siempre he pensado que Ramírez está allí por lo que ha visto ¿Qué sabe de la familia Chávez y sus negocios, de las "ayudas" a criminales o de la vida personal de los alegres viajeros de los aviones de Pdvsa? ¿Qué tipo de fidelidad ha convertido a uno de los peores gerentes petroleros de la historia de la industria, en el hombre fuerte de la crítica economía venezolana? No lo sé, pero él no puede estar allí por mérito. Tampoco por política, porque no maneja grupos de choque, no es un líder de estructura, no es carismático y hasta desencaja un poco con la imagen del PSUV ¿Entonces, por qué los venezolanos estamos en sus manos? ¿Es Maduro un preso de Ramírez?

La crisis venezolana pasa por el manejo del petróleo. Nada, sino el petróleo, puede sacarnos en menos de una generación del hueco en el que nos metieron. Diversificar la economía es necesario, pero toma décadas. Hoy, la porción del PIB que representa cada actividad no petrolera por separado es poco menos que risible. Si queremos que los niños que hoy tienen 4 años no lleguen a los 20 siendo pobrísimos, hay que priorizar las reformas de nuestras políticas energéticas. Ramírez representa la continuidad de las actuales.

El "Presidente" ha logrado un pacto con la oposición, que le ha dado un poco de gobernabilidad. Sin embargo, ha retrasado todas las medidas económicas hasta extremos muy peligrosos para su gobierno y, peor, para los venezolanos. Nada de lo que anunció en su alocución de la semana pasada altera las causas fundamentales de la crisis. Salvo el relativo y engañoso cierre de Cadivi, nada de lo expuesto tendrá mayor impacto ¿Será que no se da cuenta de que la inercia lo perjudica a él?  ¿No entiende o no quiere entender? ¿De quién es rehén Nicolás Maduro? Como tantas otras cosas, también es inexplicable que, en su momento de mayor estrechez, el chavismo haya puesto al frente de la economía venezolana al hazmerreír de la industria petrolera mundial.

Vamos peligrosamente mal. Dios nos agarre confesados.

@yongoicoechea