viernes, 21 de marzo de 2014

Operación Cicatriz

SOLEDAD MORILLO BELLOSO |  EL UNIVERSAL
21 de marzo de 2014  
Si el gobierno funcionara, si hiciera las cosas que tiene que hacer, en fin, si gobernara, las protestas no existirían o pasarían por debajo de la mesa sin mayor pena ni gloria. A entenderlo bien, las protestas son una consecuencia, la respuesta de la sociedad al desgobierno. La sociedad está harta de los besos y amapuches falsos, de ser ignorada, de las promesas que se obsequian pero que no se cumplen, está hastiada de ser para el gobierno menos que un cero a la izquierda. Ha tenido mucha paciencia. Pero todo en esta vida tiene un límite. Tarde o temprano, el tipo que pega a su mujer, que es negligente en sus deberes, que ha manchado el vecindario con violencia, recibirá de vuelta la queja airada, la violencia que sembró, el cambio de la cerradura de la puerta y el apoyo de la vecindad que no soporta los abusos.

Dice la lógica que la mujer ha debido recurrir al sistema de justicia. Pero, ¿y si el sistema no resuelve y se pone de parte del abusador? Mujer y vecinos arderán en furia. La ira no es buena consejera y se producirán excesos. Al pretender restaurar el orden con la fuerza de las botas, sin entender la validez de la protesta y sin ocuparse de solucionar las demandas que la originaron, la sociedad reaccionará con aún más indignación. Pero, ¿de quién es la culpa? ¿De la sociedad o del abusador y sus cómplices? 

Uno no tiene que estar de acuerdo con la intifada. Puede objetarla por principios o por razones pragmáticas. Lo que no puede hacer es no entenderla. El gobierno no puede despacharla así nomás. Esto es un cuero seco: se pisa por una punta y se levanta por la otra. 

La solución al conflicto la tiene el gobierno. Tiene un nombre: rectificación. Rectificar es mucho más que una conversa manipulada que se transmite por los medios. El gobierno, porque es gobierno, debe transitar con humildad por todos los pasos del sacramento de la confesión. De lo contrario, aunque crea haber dominado la protesta, le estallará en las manos de nuevo, con aún mayor ferocidad.

La respuesta del gobierno no puede ser perseguir a María Corina Machado o encarcelar alcaldes. Eso es echarle kerosén al fuego. Son actos de poder, no de autoridad. Lo que está pasando hay que verlo con ojos profundos. Esto no es apenas una crisis coyuntural. Aún no podemos hacernos una idea de las heridas que tenemos en el cuerpo social. El país con mejores perspectivas del área subcontinental se nos convirtió en un caos. ¿Por qué?

El Estado fue colonizado por el gobierno, por el partido de gobierno y por los militares. A seguir hizo un "take over" de buena parte de los sectores productivos y de servicios. Con todo controlado, el Estado sitió a la Sociedad. Al principio le lanzó a los ciudadanos panes y peces para que sintiesen que el sitio les convenía. Que a caballo regala'o no se le mira el colmillo. Con el tiempo y la madeja de incompetencias y corruptelas, dejó de proveer. La gente comenzó a sentir que el sitio apretaba como caluroso abrigo en pleno verano. La incomodidad produjo la protesta, que fue ignorada por el Estado. A ese desprecio la sociedad reaccionó en voz alta, que el Estado no entendió como un justo reclamo sino como un intento de derrocarlo. En lugar de abrir la válvula de descompresión, reaccionó con represión, con balas y perdigones, con cárceles y persecución, con ocupación militar. No entendió que las armas de la política son las ideas, la palabra, la comprensión, el respeto.

El Estado decidió concentrar sus esfuerzos y recursos en defender su poder. De un mal gobierno pasamos a la ausencia del gobierno. El Ejecutivo habla, pero no gobierna; el Legislativo habla, pero no legisla; el Judicial "retoriza", pero no imparte Justicia; el Poder Moral es el batallón especializado, los francotiradores que atinan sus disparos contra la democracia.

La Oposición, incluso gobernando en espacios importantes, no logra defender a la sociedad de los ataques verbales, físicos, económicos y sociales del Estado. Entonces, la Sociedad reacciona con anarquía. Es lo único que puede hacer frente a la entropía. Es la Caja de Pandora, con la Esperanza de última en la fila de salida.

Saldremos de ésta, con páginas de obituarios, leguas de tierra arrasada, empapados en sangre y lágrimas, en quiebra moral y económica, con el cuerpo exhausto, hinchado de deudas, lleno de supurantes heridas; con los corazones encallecidos y sudando desconfianza; con el hedor de la pólvora; sabiendo que todo pudo ser evitado; y solos, pues en realidad siempre lo estuvimos. Tocará a todos transitar por la Operación Cicatriz. 

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