PEDRO E. PIÑATE B.
| EL UNIVERSAL - 21 de marzo de 2014
Como necesidad existencial del
ser humano, los alimentos de la dieta diaria no deben faltar. Para ello
la producción nacional y las importaciones complementarias del déficit
deben procurarse suficientes y disponibles al consumo, mediante
políticas acertadas. Por el contrario en Venezuela, en los últimos 15
años de "revolución bonita", las políticas afectaron la producción y
favorecieron las importaciones subsidiadas, comprometiendo el
abastecimiento normal de alimentos hasta el nivel de escasez severa que
por culpa exclusiva del gobierno, sufrimos hoy todos los venezolanos.
De
la escasez como resultado seguro del terror agrario, los controles y el
estatismo comunista, el país y el gobierno fueron suficientemente
advertidos. Tanto por el sector productor como por todos los demás
integrantes de la cadena agroalimentaria. Sin embargo el gobierno hizo
oídos sordos a todas las advertencias e insistió en sus políticas de
hambre, llevando al país al estado de protesta en que nos encontramos.
Del
por qué viéndose venir la crisis de escasez que pudo ser prevenida no
lo fue, las razones incluyen desde los intereses de la dominación
Castro-comunista hasta la gigantesca corrupción que esquilma la vaca
petrolera. Así, mientras la población padece enormes vicisitudes por la
severa escasez de alimentos, pero también de gas, de luz, de agua, de
aseo urbano, y hasta de papel tualé; y la inflación evapora el dinero
disponible para sus compras, el gobierno tozudo se mantiene como si aquí
no faltara nada. Por todo esto, la protesta por comida es una legítima
que deben ser atendida y resuelta eliminando las causas de la escasez,
concertando un plan de contingencia con el sector agroalimentario e
impulsando nuestra agricultura en forma sustentable. Hasta entonces
seguirá la protesta por comida y miren que falta hasta la perrarina.
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