El Universal 01/09/2012 por Jorge Cajías ~ Médico y abogado UCV
Poco a
poco empacaron sus cosas en silencio, sin alardes, y con los corazones
encogidos de tristeza, se fueron del país casi quinientos mil de
venezolanos durante estos largos catorce años, debido a fundados temores
de ser perseguidos por motivos de raza, religión, pertenencia a
determinado grupo social o por tener opiniones políticas diferentes a
los que gobiernan. También se han ido para buscar seguridad personal de
un país donde matan a dos venezolanos cada hora, atracan más de cien
diariamente y secuestran veinte al mes. Igualmente para evitar ser
expropiados por un régimen que no garantiza la propiedad privada y donde
las libertades económicas son una fantasía. O simplemente para buscar
mejores expectativas de vida.
En todos estos casos, estos ciudadanos no pudieron o no quisieron, a
causa de dichos temores o necesidades, acogerse a la protección de un
Estado que ha resultado ineficaz y que ha aceptado que Chávez fundiera
todos los poderes en un solo poder. Quizás también porque ese mismo
Estado fue indiferente cuando Chávez despidió a veinte mil empleados de
Pdvsa, y cuando asintió le aplicaran a una parte de la población planes
de persecución y discriminación sociales, económicos y políticos mejor
conocidos como la Lista Tascón y Maisanta. O porque sencillamente ese
Estado ha sido incompetente y no ha protegido sus vidas o sus
propiedades.
El destierro, que se utilizaba antiguamente como la condena
inmediatamente inferior a la pena de muerte, es el castigo que han
venido ejerciendo los que gobiernan contra ciudadanos que han sido
obligados a dejar a Venezuela, como si hubiesen cometido un delito o una
fechoría. Han sido expulsados de nuestro territorio mediante acciones
contundentemente discriminatorias. Y una vez fuera de nuestras fronteras
patrias, a esos venezolanos los han sancionado cerrándoles los
consulados, como fue el caso de Miami, donde se les impide no solo votar
sino además no poder obtener documentos de identificación; ni registrar
los recién nacidos en el exilio forzado, violando con esto el principio
universal a tener una nacionalidad; ni siquiera pisar ese consulado,
que es territorio venezolano en el extranjero.
No ha faltado el discurso presidencial que emula aún más este destierro,
cuando nos dice a los que estamos aquí y que hemos mostrado nuestro
desacuerdo con todos sus desafueros, que nos vayamos de Venezuela,
asignándose así mismo la condición de caporal de una hacienda, que
despide a sus peones a su antojo. ¿Dónde se había visto que un
presidente les dijera a los ciudadanos de un país en cadena nacional que
se fueran si no les gustaba su gobierno?
Los desterrados venezolanos, exiliados y refugiados, han reforzado sus
sentimientos personales, familiares y patrióticos en los confines de la
tierra, pese a haberse comprometido con nuevos valores, conservando en
su memoria el recuerdo de su infancia, adolescencia, juventud, su
primer amor, sus primeros fracasos, su ciudad, su escuela y sus padres.
Recuerdan también la terrible realidad que los impulsó a su
expatriación, comprendiendo a medida que pasa el tiempo el significado
del sistema discriminatorio que abandonaron, y no olvidan jamás que
Chávez es el responsable de su destierro.
Médico y Abogado UCV
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