En Guayana lo que se ha venido estrepitosamente al suelo, una vez más,
es el modelo soviético. Un ejemplo de planificación centralizada donde
el Estado concentra todo el poder, dirige, actúa y es el novio de la
madrina. El último capítulo de este culebrón fue otorgarle el poder de
las empresas básicas al Control Obrero, decisión que hizo exclamar lleno
de esperanzas al diputado del PSUV, Jesús Faría: "¡Es el sitio de Venezuela donde la Revolución ha ido más lejos!".
La verdad es que fue tan lejos que cayó en el abismo de la
inviabilidad, el mal incurable del que adolecen todos los proyectos
comunistas. Se concentran en lo político, destruyen la economía, la
propiedad privada y cualquier posibilidad de participación de los
ciudadanos.
Las cifras ya son bien conocidas. Se dice que Sidor vale menos
de dos mil millones de dólares y debe tres mil. Pdvsa paga la nómina con
subsidios. Al lado de esto, el gran reclamo obrero es la firma de un
nuevo contrato colectivo.
El problema de Guayana no se resuelve anunciando el saneamiento
de Sidor, Venalum y Alcasa. Hay que dar respuestas viables al cúmulo de
dificultades álgidas relativas al pago de las deudas, la caída brutal de
la productividad, la recuperación de las instalaciones y equipos
obsoletos propensos a provocar accidentes; la creación de alternativas
de empleo productivo para los seis mil tercerizados, que gracias a la
reforma de la Ley del Trabajo, pujan para ingresar en unas nóminas
impagables y morosas. Otro reto es definir cómo integrar San Félix,
Puerto Ordaz, Altavista y Unare, resolviendo las diferencias en el
acceso, la calidad de los servicios y el equipamiento urbano, sin dejar
de lado la integración con Ciudad Bolívar, que tan tenazmente reclaman
los ciudadanos de Angostura.
En Guayana hay que cambiar de rumbo, lograr consenso sobre una
nueva visión. No debe persistirse en el modelo soviético y la
planificación centralizada cuyo fracaso es histórico. El acuerdo sobre
una nueva visión es parte de la preocupación de los guayaneses y debería
ser la base de un gran acuerdo que no puede ser sólo una decisión del
nuevo gobierno.
Es imprescindible, por tanto, trascender el concepto de los
recursos naturales como motor del desarrollo. El giro debe orientarse
hacia la gente de Guayana, que constituye el gran beneficio colateral
que ha generado la intensa inversión de recursos fiscales en esta
región, donde hay excelentes universidades, una larga tradición de
trabajo industrial y una clara comprensión de los avances que producen
la investigación y la tecnología. Si desarrollamos el conocimiento
técnico-comercial, disponemos de la materia prima (acero, aluminio,
etc.) y usamos el mercado local como palanca de desarrollo, podremos
convertirnos en competidores formidables en el mercado global.
Las premisas tienen que partir de la valorización de la gente
que está dentro y fuera de las empresas básicas. Hay que mejorar la
productividad, reposicionar el factor conocimiento en la cultura del
trabajo, convertir Guayana en un fuerte y competitivo suplidor de bienes
y servicios para el desarrollo industrial del país en materia de
construcción y mantenimiento de la infraestructura, carreteras y
puentes, con prioridades tales como La Cabrera y el Puente sobre el
Lago.
Es preciso alinear las empresas básicas con proyectos de pequeña
y mediana escala, especialmente miniacerías, plantas de aluminio, tubos
y otros productos. Desarrollar tecnologías en torno a energías
sustentables que integren las energías hidroeléctrica, solar y
geotérmica. Diseñar y construir partes para el desarrollo ferroviario,
estructuras livianas para viviendas, tecnología para el control de
procesos industriales, transformación de minerales y metales para la
industria de la joyería. Hay que promover el turismo con un parque
temático industrial, hídrico, geológico, antropológico y ambiental.
Guayana -con su gente, sus universidades y tecnológicos- está preparada
para afrontar estos retos.
La aspiración es superar el modelo soviético, concentrado en
grandes empresas controladas por el Estado, y dar paso a un desarrollo
de esta región basado en un audaz plan de valoración de las capacidades humanas,
a partir de la experiencia histórica derivada de las empresas básicas,
inversión en la gente, en su formación técnica-humanística, y en nuevos
proyectos de desarrollo industrial con tecnología e insumos de primera
clase, y orientados a la región, el país y el mercado global.
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