Ningún país del mundo puede funcionar si la cabeza del gobierno o el
reinado no se encuentra en todos sus cabales. Gobernar requiere
presencia y atención permanente.
Exige mucho trabajo a deshora y mucho sacrificio personal.
Demanda mucho estudio y preparación. Las decisiones que se tienen que
tomar y que afectan a grandes sectores de la sociedad en la mayoría de
los casos no pueden esperar.
Una de las razones del final de la Unión Soviética se debió a la
enfermedad de su penúltimo Primer Ministro, Leoniv Brezhnev. Luego de
sufrir un ataque cardiaco, dejó de ser el mismo deteriorándose su salud
al lado de una generalizada arterosclerosis. Sus compañeros de mando, en
parecidas condiciones que el motivaron una especie de paralización del
liderazgo soviético ante la creciente incapacidad de Brezhnev. Todo se
lo preparaban y se lo ponían enfrente para que firmara; minutos después
se olvidaba de lo que había firmado.
Estado psíquico
El sucesor de Winston Churchill, Sir Anthony Eden, tras una
operación quedó adicto a la benzedrina y a la morfina. Sus decisiones
internacionales se vieron afectadas por su estado psíquico, lo que
motivó que sus médicos le prohibieran estimulantes como la benzedrina.
Afectaba su ánimo y comportamiento; vivía permanentemente exaltado. Su
estado anímico no era lo más indicado para gobernar una poderosa nación
en una conflagración bélica.
John F. Kennedy también abusó de medicamentos por los problemas
renales que le aquejaban y por problemas en la espalda durante su
servicio militar. Abusaba de las anfetaminas las cuales obtenía casi
ilícitamente, evadiendo los consejos de su médico de cabecera; el que se
las facilitaba a través de un amigo, poco después le revocaron su
licencia para ejercer.
73 medicamentos
Adolph Hitler, fue usuario de 73 medicamentos y hasta
cocaína. El presidente francés, Francois Mitterrand, ocultó su cáncer de
próstata hasta casi el final de su mandato. Josef Stalin al final de su
brutal mandato desarrolló una patológica paranoia; creaba enemigos
inexistentes. El presidente gringo Calvin Coolidge, desarrolló una
profunda depresión tras la muerte de su hijo y en sus últimos años de su
segundo mandato estuvo prácticamente ausente en la conducción del país.
Su colega Franklin Delano Roosevelt, al inicio de su cuarto
mandato, se le agravó el efecto de su parálisis por poliomielitis por
problemas cardiacos y pulmones; su hijo, James, su principal asesor, se
preguntó sobre el por qué sus médicos no le prohibieron aspirar a un
cuarto mandato: murió a los tres meses de iniciado su último periodo
convirtiéndose en Presidente el Vicepresidente electo Harry Truman.
La historia está llena de estas tragedias que tanto afectan la
salud de los pueblos. Quizás en un futuro cercano las democracias
encontrarán mecanismos para impedir que líderes enfermizos sigan
ejerciendo el poder y no pase como en Ecuador que los diputados
-convertidos en psiquiatras- para deshacerse de él, terminaron
declarando loco al presidente Abdalá Bucaram (1997) para separarlo del
cargo.
Sería una buena tarea para la OEA que tantas convenciones
interamericanas ha propiciado. Me imagino que los de siempre se
opondrán.
El Universal 04/07/2012 ~ Guillermo A. Cochez ~ Embajador de Panamá ante la OEA
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