El
candidato a la tercera reelección y al continuismo en cada una de sus
interminables intervenciones, muchas en cadena nacional, insiste en que
el 7-O el país habrá de decidir entre el capitalismo decadente, cruel e
inhumano, y el socialismo radiante y humanista. El primero expresa los
intereses de los apátridas y majunches; el segundo, los principios de
los patriotas. Henrique Capriles y él encarnan ese antagonismo entre las
fuerzas del mal y las del bien.
La grandilocuencia del teniente coronel no logra ocultar la
trampa que se oculta tras su forma maniquea de plantear la supuesta
disyuntiva. Lo que en realidad se decidirá el próximo 7-O es si el país
continúa avanzando por el camino de la dictadura de corte comunista, o
si damos un paso significativo hacia la reconquista de la democracia y
la libertad.
El capitalismo representa una forma de organización de la
producción en la que predomina el libre mercado. Se fundamenta en la
protección de la propiedad privada, el incremento de los bienes y
servicios sobre la base de la introducción de la tecnología, la división
y especialización del trabajo, la competencia entre diversos agentes, y
la búsqueda de beneficios con base en la producción en gran escala y en
la productividad. Podrían agregarse otros atributos, pero éstos son
esenciales en su definición. El capitalismo, aunque asociado desde sus
orígenes al liberalismo y a las sociedades abiertas, no pretende
constituirse en una doctrina, ni en una cosmovisión de la sociedad y el
Estado, rasgo que sí posee el comunismo.
El capitalismo en cuanto concepto preexiste a Marx, pero es el
creador del "socialismo científico" quien lo populariza a partir de El Capital.
Ni Adam Smith ni ninguno de los otros pensadores liberales difunden la
categoría. Quien lo hace es la izquierda marxista, con el exclusivo fin
de satanizar ese modo de producción. Marx resume en la plusvalía, la
transformación del trabajo en mercancía y la alienación de los
trabajadores, los rasgos medulares, que le confieren al capitalismo una
naturaleza intrínsecamente explotadora.
El hecho de que el capitalismo sea un modo específico de
organizar el sistema productivo permite que se avenga con regímenes
políticos de todo tipo, incluidos algunos autoritarios que profesan de
forma oficial, aunque no real, la ideología marxista. China, Vietnam y
Birmania ejemplifican este maridaje.
El capitalismo, o economía de mercado, jamás ha tenido ataduras
umbilicales con la democracia, aunque donde más se ha desarrollado y
obtenido sus logros más espectaculares es en naciones democráticas.
En cambio el comunismo desde sus orígenes ha estado ligado al
autoritarismo y a su expresión más perversa: el totalitarismo. El
comunismo, a diferencia del capitalismo, forma parte de una visión
global e integral del mundo. Producto del pragmatismo de sus dirigentes
más lúcidos, el comunismo puede acoplarse a la economía de mercado, pero
jamás será compatible con la libertad y la democracia. Existe una
visión comunista de la política, la sociedad, el arte, la educación, la
cultura, el deporte. No hay campo en el que los comunistas no pretendan
imponer su criterio, siempre sectario y arrogante. Comunismo evoca
partido único, pensamiento único, desaparición de la libertad individual
y del libre albedrío. En el comunismo se irrespeta y persigue a la
oposición, se desprecia a las minorías, se elimina o constriñe la
libertad de expresión e información. Bajo la bota comunista no se
construyen consensos, sino uniformidades a partir de la represión, la
amenaza, el chantaje, la extorsión. En la esfera de lo político solo se
desplazan los que comparten los ideales del Gobierno, por convicción o
sometimiento. .
El chavismo representa un aborto del siglo XXI. Ni siquiera los
países de la ALBA se han dedicado con tanta saña a expropiar, confiscar y
atacar la propiedad privada como lo ha hecho este régimen. Sin embargo,
el rasgo dominante que lo convierte en un peligro letal para la
democracia y la libertad es su vocación hegemónica y totalitaria. El
desprecio que siente por los adversarios, el desconocimiento de las
instituciones y reglas de la vida republicana, la incitación a la
violencia, hacen de él una excrecencia autoritaria incompatible con la
posibilidad de que Venezuela pueda encarar con éxito los retos del
desarrollo en ambiente de libertad.
El 7-O, Venezuela deberá optar entre la barbarie comunista y la democracia. No hay otras alternativas.
Por Trino Márquez ~ El Universal 30/07/2012