" La explosión el sábado en una refinería de petróleo en Venezuela, que
ha dejado 41 muertos, es la más grave en el mundo de los últimos 25
años". Así comienza un recuento de la agencia AFP sobre los trágicos
acontecimientos ocurridos en la refinería de Amuay.
No se trata,
pues, de una simple explosión ni de un accidente de los tantos de la
Pdvsa roja rojita, ocupada más en labores domésticas que corresponden a
otros ministerios y hasta especulativas en el mercado de divisas, que
nada tienen que ver con su misión definida desde que fuera nacionalizada
por Carlos Andrés Pérez.
Con los militares rojitos y los civiles
que le sirven de compinches, Pdvsa ha perdido no sólo su imagen de
empresa que era orgullo del país y se ha convertido en una hidra de mil
cabezas, que se ocupa de cualquier cosa que la pase por la afiebrada
mente del comandante.
En esas condiciones y mermados los recursos
para sus propios proyectos, Petróleos de Venezuela no sólo dejó de
invertir para renovar sus equipos, mejorar sus instalaciones y adecuarse
a las nuevas realidades del mercado, sino que sacrificó muchas de las
partidas destinadas a mantenimiento y seguridad. De manera que la mesa
estaba servida para que un accidente de gran magnitud ocasionara la
trágica muerte a decenas de militares y civiles, además de causar
destrozos en la población que habitaba en los alrededores.
Nadie
puede explicar ni identificar quién fue el idiota que colocó esas
instalaciones militares tan cerca de una zona de alta peligrosidad que,
de surgir una explosión, causaría un alto número de muertos entre
nuestros guardias nacionales asignados a la custodia de la refinería.
Aún no se sabe cuántos militares murieron porque, según el Presidente,
todavía hay personal castrense que no ha sido localizado.
Luego
de que ocurren estas tragedias es cuando los directivos se dan cuenta de
que, por desidia, por falta de presupuesto, por improvisación en el
nombramiento de los altos cargos, por falta de una cultura de
mantenimiento y seguridad, etcétera, lo de Amuay era una tragedia
anunciada.
Cuando el Presidente pide que no se especule sobre lo
que causó la tragedia, de inmediato el venezolano se da cuenta de que
está mintiendo y tapando el sol con un dedo porque un buen grupo de
ingenieros y técnicos, en menos de 24 horas, puede prepararle un informe
previo sobre las fallas que ocasionaron la tragedia. No se trata de
desembarcar en Marte, sino de conocer a fondo las debilidades y peligros
de ese tipo almacenamiento de gases en la industria petrolera y tomar
precauciones.
El Presidente pide tiempo para montar un show y
acusar a la oposición de sabotaje, tal como ha ocurrido en otros
procesos electorales. Con esa trácala (para usar su propio lenguaje)
sólo logrará que caiga sobre su persona el desprecio y el rechazo de los
venezolanos que no son fanáticos ni se prestan a farsas y mentiras
oficialistas.
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