lunes, 27 de octubre de 2014

Gente como uno

Por Miguel Ángel Santos - El Nacional - 25 de octubre de 2014
Cada vez hay menos cosas que el dinero no pueda comprar. No es una idea mía, se lo oí a Michael Sandel en una charla a la que tuve la oportunidad de asistir hace algunos días. Sandel es, mídase como se mida, el profesor más aclamado de la Universidad de Harvard, una proeza significativa, que adquiere todavía mayor relieve cuando uno repara en el tipo de cosas que se dedica a enseñar: ética, filosofía, justicia. La conversación giró en torno a uno de sus últimos libros: ¿Qué no se puede comprar con dinero?
Es así como he llegado a saber que si uno cae preso en la cárcel de Santa Bárbara, California, y no le gustan las condiciones de alojamiento, puede pagar noventa dólares por noche por una celda más cómoda y, presumiblemente, con mejores vecinos. Si uno desea asistir a una de las sesiones del Congreso de Estados Unidos y no quiere hacer la enorme cola, puede meterse en Internet enwww.linestanding.com y contratar a alguien que se la cale por uno, y sustituirlo ya en la vecindad de la entrada. También he sabido que si un país que ha decidido participar en una guerra encuentra resistencia entre sus propios soldados, o teme las reacciones de la ciudadanía y el costo político de la decisión, puede rebuscarse el contingente pagándole a una suerte de mercenarios corporativos, que se hacen llamar de forma mucho más profesional, claro está, military contractors. De acuerdo con Sandel, las compañías privadas han aportado más soldados a las guerras en Irak y Afganistán que ningún otro país. Y no pare usted de contar.
Ya puedo anticipar lo que hasta aquí pensaría el atribulado lector venezolano. Después de todo, si hay algún lugar en el que a todo se le ha puesto precio, desde las colas, cédulas, licencias, pasaportes y certificados médicos, hasta los datos de las computadoras de inteligencia en el aeropuerto, el voto y, por último, la propia vida, esa es Venezuela Todo tiene un precio. A ratos las cosas simples tienen un precio extraordinariamente caro, y a ratos las cosas más caras tienen un precio extraordinariamente bajo. Pero el argumento no termina aquí.
Sandel introduce una distinción entre una economía de mercado y una sociedad de mercado. La primera es una herramienta para asignar de manera eficiente los recursos de los que dispone una sociedad, y como tal ha demostrado ser todopoderosa a escala mundial cuando se trata de generar la mayor afluencia y prosperidad posible. Una sociedad de mercado es diferente. Una sociedad de mercado, en los términos de Sandel, es aquella en donde todo tiene precio.
Y he aquí la idea más novedosa de su teoría, y también la que más gravita sobre la atormentada perspectiva venezolana. Toda la teoría económica está basada en el hecho de que los bienes tienen un valor en sí mismos, según el grado de satisfacción que generan entre los consumidores. El precio, dentro de este contexto, viene a ser apenas un instrumento para expresar ese valor, y hacer posible las relaciones de intercambio. Pero he aquí que existe un conjunto de bienes a los cuales, si se les pone precio, se altera de forma fundamental su naturaleza, y aún la satisfacción que son capaces de producir. El precio, visto así, no es siempre inerte, no es químicamente puro, sino que en ciertos casos llega a afectar las características intrínsecas de un bien. Veamos un ejemplo.
Hace algunos años Suiza se vio en la necesidad de disponer de desechos resultantes de una planta de energía nuclear. Se realizó un estudio de los lugares del país en donde el depósito de dichos desechos causaría menor daño, y se escogió una pequeña región en los Alpes. Antes de proceder, de acuerdo con las leyes, debía someterse dicha decisión a la consulta popular. En un estudio previo realizado por un equipo de economistas (no podía ser de otra manera), se les preguntó a los habitantes del municipio si estarían dispuestos a aceptar que se ubicara allí el depósito de desechos nucleares. Al ser consultados, 51% dijo que estaría de acuerdo. Después de todo, el país necesitaba de la energía nuclear, que es además una de las fuentes de energía más limpias, y el gobierno había tomado todas las precauciones. Alguien debía sacrificarse, en la medida en que el depósito representa riesgos todavía difíciles de cuantificar, por el bien de la nación. A esta pregunta le siguió otra: ¿Y si se les compensaba a cada uno con una suma equivalente a 7.000 dólares? ¿Cuántos estarían dispuestos a hacerlo? La respuesta fue algo menos de 25%. Es decir, los habitantes del pequeño condado estaban dispuestos a correr el riesgo por el bien de la nación, pero introducir un precio en medio de aquella decisión sólo había disminuido su disposición a participar. No estaban dispuestos a poner en peligro las vidas de sus hijos por dinero, y en alguna medida se sentían comprados.
Uno puede pensar en muchos bienes de este tipo, en muchas cosas que estaríamos dispuestos a hacer por el bien común, o por el valor de las cosas en sí mismas, que van mucho más allá de la compensación monetaria. En el libro de Sandel se incluyen interesantes ejemplos sobre padres que les pagan a sus hijos por leer libros u obtener buenas notas. Son actividades de las que se debería derivar una satisfacción intrínseca, que la mera recompensa puede disminuir, en lugar de aumentar. ¿Y cuando no haya dinero de por medio?
Las implicaciones de esta concepción van mucho más allá de las pequeñas micro-decisiones de consumo diario. El problema está en que hay muchos bienes, salud, recreación, educación, la aplicación de la ley o la seguridad nacional, a los cuales si se les pone un precio se les despoja por completo de cualquier virtud; se erosiona la ética y se destruyen sus principios cuando se les convierte en meras transacciones de mercado. Muchos estos bienes tienen precio desde hace rato en Venezuela, y algunos otros, como el voto o la vida, lo han adquirido recientemente.
Una sociedad así está destinada a destruir por completo el sentido de comunidad, de convivencia, y en consecuencia, de tolerancia social. En una sociedad en donde yo puedo pagar por la zona VIP, para no tener que juntarme con los comunes, en donde puedo comprar una acción de un club, porque no hay parques públicos o no me quiero mezclar con gente que no sea como yo; una sociedad en la que la ley, la vida, los pasaportes, las cédulas, la salud y la asistencia escolar tienen precio, tiende a convertirse necesariamente en una sociedad dividida en compartimientos aislados, que la desigualdad económica va haciendo cada vez más distantes. Y resulta que esto, ya podíamos dar fe nosotros, es una receta certera para dinamitar la democracia.
La democracia no requiere de igualdad perfecta, la desigualdad es un aspecto natural de la existencia humana y es necesaria para promover un sistema de méritos en donde cada quien decida cuánto quiere trabajar y de qué manera quiere vivir. Pero lo que sí requiere la democracia es de espacios comunes, de lugares públicos y ocasiones simbólicas o congregaciones cívicas en donde podamos codearnos hombro a hombro con gente distinta, de otro origen económico o nivel cultural. Se nos olvida muy rápido que esa circunstancia rara vez resulta de su libre albedrío, sino que ocurre más bien como consecuencia forzada de la enorme desigualdad en las dotaciones iniciales de factores, en eso de con cuánto comienza cada quien en la vida.
Me pongo a pensar y se me ocurren muy pocos lugares así en Venezuela (el fútbol en el Universitario, no así el basket en el Parque de las Naciones Unidas); muy pocas instancias (el deslave de La Guaira, la Vinotinto) en donde nos sintamos todos representados de igual a igual, tripulantes de un mismo barco. Necesitamos aprender a convivir con el prójimo, sobre todo con ese prójimo que a raíz de la revolución bolivariana ha irrumpido en espacios que considerábamos “nuestros” (son comunes las quejas por el tipo de gente que ahora se monta en los aviones, o por los perfiles en el centro comercial). Si hay algo en lo que Chávez tuvo siempre razón era en eso de que Venezuela cambió para siempre. Ahora nos corresponde aceptar nuestra circunstancia, y preocuparnos por aprender a convivir con ese prójimo en ciertos espacios comunes, si de verdad queremos resucitar de forma vigorosa nuestra democracia.
Me han hecho pensar mucho estas palabras de Sandel. Me han hecho pensar en mí, oyéndolo a miles de kilómetros de casa, sentado entre desconocidos, y caminando a la salida por unas aceras que ya no pueden ser las mías. Me ha hecho pensar en el poeta Ramos Sucre, en aquello de que todos somos exiliados de un país imaginario, y en quienes aún sueñan con en ese país que acaso jamás existió o del que ahora no queda vestigio, salvo en nuestra imaginación.

domingo, 12 de octubre de 2014

Transición Económica

ALEJANDRO J. SUCRE |  EL UNIVERSAL
domingo 12 de octubre de 2014  
Venezuela sin lugar a dudas comenzará una transición económica en los próximos meses. Los subsidios económicos actuales se hacen insostenibles. Mantener subsidios, controles de precio y la ineficiencia en las empresas del Estado genera una demanda exacerbada de dólares y de bienes que reducen las reservas internacionales y aumenta la escasez a niveles insostenibles. No obstante, la eliminación de subsidios como el aumento en el precio de la gasolina y de otros rubros básicos, eliminación del dólar a Bs. 6,30 para ir a una unificación cambiaria, entre otras medidas que proponen gente dentro y fuera del gobierno, generarían una caída en el PIB del 30% y causarían daños a la población de menores recursos políticamente inviables. 

Transiciones comparadas

Todas las economías subsidiadas de la historia económica del mundo siguen los mismos rasgos. Comienzan haciendo énfasis en estrategias de desarrollo de industrias básicas, subsidian el cambio y controlan variables macro como bajas tasas de interés, precios de bienes básicos controlados, tipo de cambio sobrevaluado, sistema de distribución de recursos para seguir planes gubernamentales y tendencia a la colectivización. Y las economías socialistas tomaron gran prestigio en los años cuarenta en China y los países del eje soviético debido a que en principio aumentaron la producción y esto coincidió con la Gran Depresión que vivió Estados Unidos y Occidente. No obstante, en los siguientes años los resultados se voltearon y los países como China y los exsoviéticos tuvieron que introducir reformas ya que habían millones de muertos por hambrunas e inflación. Y los economistas han documentado las políticas adoptadas en los países mencionados y sus situaciones originales para entender cómo hacer las transiciones de la forma más constructiva socialmente. 

Lo interesante es que las reformas que introdujeron los países exsoviéticos fueron mucho menos exitosas que las chinas. En los países exsoviéticos aplicaron la llamada "terapia shock" de arriba hacia abajo. Esto es eliminación de subsidios, unificación cambiaria, privatizaciones, y todo de una sola vez. Y en China se introdujeron cambios de abajo hacia arriba y "terapia de microcambios". Primero se permitió que la comunas se dividieran en fincas familiares. Se les permitió tener dos producciones: con insumos subsidiados se les asignaban cuotas y precios, y el resto de la producción lo harían con insumos comprados a valor de mercado y vendiendo su producción excedentaria al mismo valor. Luego, aplicaron las mismas medidas a las empresas del Estado. Y cambiaron los incentivos de los empleados y gerentes de empresas del Estado para que se remuneraran según su productividad y el Estado comenzó a cobrarles impuestos a las ganancias por producción excedentaria. Permitieron libertad para crear empresas y crearon dos tipos de cambio, uno libre para que todos participen y otro controlado para mantener subsidios a una parte de la población. De esta manera aunque se creaban distorsiones, también se iban creando polos de crecimiento y empleo para ir eliminando subsidios. Y así han tomado más de treinta años donde todavía hay subsidios en las tasas de interés, etc.

¿Qué hacer?

En Venezuela podríamos hacer una transición similar a la de China y no a la terapia shock tipo fondomonetarista de los noventa. Esto es, implantar dos tipos de cambio, uno libre y otro controlado. Luego permitir a los empleados en las empresas del Estado generar producción excedentaria a precios de mercado y con materia prima sin subsidios, y producción controlada según insumos subsidiados que el gobierno les entregue para fines sociales. Y cobrar alquiler de planta e impuestos a esas empresas del Estado. Luego permitir que cualquier empresa privada invierta en todos los sectores que tienen capacidad de generar divisas. Estas medidas irían generando nuevos empleos, aumentado los sueldos, reduciendo la necesidad de imprimir dinero inorgánico y, por lo tanto, bajaría la inflación y los subsidios que hoy paralizan al gobierno. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

Barclays valora a Citgo entre $ 7 millardos y $ 9 millardos

Ante el creciente interés sobre la puesta en venta de importantes activos externos de Pdvsa, la firma Barclays realizó un avalúo de Citgo Petroleum Corporation. Del análisis concluyen que el grupo de refinerías y bienes conexos de la empresa, en Estados Unidos, tienen un valor que oscila entre 7 millardos y 9 millardos de dólares.
Hace pocos días se filtró la información de que Pdvsa había recibido ofertas por entre 10 millardos y 15 millardos de dólares para comprar las refinerías. El entonces ministro de Petróleo y Minería y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, también aseveró que Citgo podría venderse en “mucho más” de 10 millardos de dólares. Sin embargo, Barclays considera en su informe que los inversionistas deben tomar en cuenta la eficiencia de los activos al momento de hacer una valoración.
“Las inversiones en bienes de capital de Citgo durante el período 2011-2013 promediaron 140 millones de dólares anuales, lo cual parece ser extremadamente bajo. Calculamos que la compañía ha estado gastando 250 millones de dólares anuales menos de lo requerido en inversiones para mejoras”, dice el texto.
También sugiere tomar en cuenta las posibles complicaciones legales, considerando cualquier litigio en el que Pdvsa esté involucrada y cómo esto puede incidir en el proceso de venta.
Venezuela espera una pronta decisión sobre los reclamos introducidos en el Ciadi, Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, del Banco Mundial, por las empresas Exxon Mobil y Conoco Phillips. Expertos en el área han coincidido en que la venta de Citgo puede estar motivada, entre otros factores, por la posibilidad de embargo que existe sobre esos activos como resultado del litigio.
Citgo posee 3 refinerías en Texas, Luisiana e Illinois, con una capacidad de refinar 749.000 barriles diarios, así como terminales, centros de almacenamiento y estaciones de servicio.

lunes, 15 de septiembre de 2014

El nuevo modelo

Por Alejandro J. Sucre - Publicado por El Universal - Caracas - 14-9-2014

Una economía potente en una nación se va construyendo por sus ciudadanos que canalizan sus energías hacia la producción y creación de bienes que surgen por "inspiración". La variedad de productos en cada sector de la economía, la ampliación hacia nuevos sectores, todo lo positivo que ocurre en una economía parte de individuos que se inspiran en distintas ideas de negocios o de creación de bienes, o nuevos procesos productivos. Los innovadores agrupan inversionistas alrededor de sus iniciativas, y organizan equipos de trabajo para poder emprender y ejecutar sus inspiraciones. Sumar y sumar más iniciativas de todos los ciudadanos con inspiraciones es lo que hace a una nación poderosa. Los gobiernos deben velar por que estas iniciativas no se vean frenadas por grupos monopólicos privados ni estatales. 

Algunas características de la "inspiración" es que es democrática; esto es, se reparte entre los ciudadanos en forma aleatoria, impredecible. Y aunque no igualitaria, la "inspiración" de un ciudadano genera empleo en todos los sectores de la sociedad. Y como consecuencia, en las naciones innovadoras hay una movilidad infinita, lo que impide el estancamiento social. 

Socialismo y emprendimiento 

El expresidente Chávez levantó tanto apoyo del pueblo, en mi opinión, no por la bandera del Socialismo sino por haber roto las amarras que frenaban la movilidad y el emprendimiento desde las bases de la sociedad. En la Venezuela de la IV República, aunque tenía muchas libertades e iniciativas relevantes, subsistían grupos de poder monopólicos privados y una carencia de atención del Estado que frenaban las iniciativas de las mayorías, creando desigualdades crónicas y no coyunturales. No obstante, la fórmula Giordani de Socialismo del Siglo XXI, trasladó estos monopolios privados hacia monopolios estatales (por las mal llamadas industrias estratégicas) y así el burocratismo se ha impuesto. La movilidad social del pueblo (vía Misiones) ha sido más por la vía del consumo que por la vía de la productividad. El igualitarismo del Socialismo del Siglo XXI debe cambiar de modelo para movilizar al pueblo a emprender, no a "depender". El modelo económico en proceso de formación del gobierno debe ayudar a los ciudadanos de menores recursos a entender que ellos también tienen capacidad de crear y de inspirarse y de ser grandes empresarios. Al estilo chino. 

Cómo se va a desarrollar

Con la inyección de dinero inorgánico, sin un gasto fiscal productivo, y un sistema de control de precios y de cambio, sin educación productiva, es imposible incorporar al pueblo al emprendimiento. ¿Cómo se va a desarrollar el turismo poniendo restricciones a la compra de alimentos que frena la actividad de los chefs? ¿Cómo se va a estimular el desarrollo de lanzamiento de nuevos productos en todas las industrias si las llamadas industrias estratégicas están asfixiadas por el burocratismo y vedadas a la iniciativa individual? ¿Cómo desarrollar tecnología si el tiempo de los estudiosos se pasa solicitando permisos de importación a un burócrata? ¿Quién va a invertir dólares para desarrollar nuestras ventajas comparativas en Venezuela si no los puede recuperar? El Plan de la Patria tiene una innumerable cantidad de iniciativas que se pueden realizar en el país; ¿por qué no delegar estas en los ciudadanos y financiarlas a través del mercado de valores?

Debido a los controles y a la inyección clientelar de liquidez monetaria, la renta petrolera no se ha podido canalizar para crear la infraestructura física y educativa que necesita la sociedad venezolana para que desde todos sus sectores surjan ciudadanos motivados a emprender e igualarlos en las oportunidades. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

¿Hará default Venezuela? Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos

CAMBRIDGE – ¿Hará default Venezuela? Los mercados temen que sí. Por esa razón, los bonos de la deuda externa venezolana rinden 11 puntos porcentuales más que los del Tesoro estadounidense, 12 veces más que los de México, 4 veces más que Nigeria y el doble de lo que paga Bolivia. En mayo pasado, Venezuela hizo una emisión “privada” por US$ 5.000 millones en bonos a 10 años con cupones del 6%. Para poder colocarla, tuvo que dar un descuento del 40% por lo que apenas recibió US$ 3.000 millones. La diferencia, US$2.000 millones, es la compensación que demandan los inversionistas por tomar el riesgo del país.

Se aproximan los primeros días de Octubre, en donde el Gobierno de Venezuela debe afrontar US$5.200 millones en pagos de servicio de deuda. ¿Pagará? ¿Tiene suficientes fondos líquidos? ¿Reunirá los fondos mediante una venta apresurada de CITGO, filial de PDVSA, la empresa petrolera estatal de Venezuela?

Es una buena pregunta. Otra pregunta diferente es si Venezuela debería pagar. Es cierto, qué deberían hacer los gobiernos no está totalmente divorciado de qué es lo que efectivamente harán, pues en general la gente hace lo que debe. Pero las preguntas que involucran “debe hacer” traen consigo juicios morales que no están presentes en las preguntas que involucran “hará”, y por eso suelen ser mucho más complejas.

Uno podría decir que siempre que se pueda cumplir con las obligaciones asumidas, eso es lo que se debería hacer. Es lo que la mayoría de los padres enseñan a sus hijos.

Pero el cálculo moral se complica cuando es imposible cumplir con todos los compromisos y se hace necesario decidir cuáles cumplir y cuáles no. Hasta ahora, bajo el ex Presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, Venezuela ha optado por pagar religiosamente sus bonos de deuda externa, gran parte de los cuales están en manos de venezolanos ricos y bien relacionados.

Yordano, el popular cantante venezolano, probablemente tendría un orden de prioridades diferente. Diagnosticado con cáncer hace algunos meses, debió lanzar una campaña en las redes sociales para poder conseguir las medicinas necesarias para su tratamiento. La gran escasez de medicamentos y material quirúrgico en Venezuela es una consecuencia directa de un default de US$3.500 millones del gobierno con importadores de farmacéuticos.

Algo similar ocurre en el resto de la economía. Los retrasos con importadoras de alimentos alcanzan ya US$4.200 millones, lo que ha producido una grave escasez en productos de la canasta básica. En el sector automotriz, el incumplimiento supera los US$3.000 millones, lo que ha resultado en el colapso del transporte por falta de repuestos. A las aerolíneas se les deben otros US$3.700 millones, lo que ha llevado a varias a suspender sus vuelos y redujo la oferta de cupos en 50%.

En Venezuela, los importadores deben esperar seis meses luego de que sus productos pasan por la aduana para poder adquirir dólares previamente autorizados. Dado que el gobierno ha optado por incumplir estas obligaciones, muchos importadores han venido acumulando una abundante cantidad de moneda local. Durante un tiempo, la falta de acceso a divisas fue compensada con préstamos de proveedores extranjeros y casas matrices, pero las deudas acumuladas y las pérdidas debido a las sucesivas devaluaciones han acabado con su paciencia y cerrado el crédito.

La lista de defaults es interminable. Venezuela está también en mora con los proveedores, contratistas y socios en joint-ventures de PDVSA, con lo cual las exportaciones de petróleo han caído 45% en relación con 1997, y su producción apenas roza la mitad de lo que el plan de 2005 había previsto para 2012.

Más aún, el Banco Central de Venezuela también ha incumplido con su obligación de mantener estabilidad de precios, habiendo casi cuadruplicado el dinero en circulación en 24 meses, lo que ha hecho que el bolívar pierda el 90% de su valor en el mercado negro y que la tasa de inflación sea la más alta del mundo. Para colmo de males, el Banco Central también ha incumplido con su obligación de publicar la inflación y otras estadísticas esenciales.

Venezuela funciona con cuatro tipos de cambio, donde el más fuerte está 13 veces por encima del más débil. Así las cosas, no ha de sorprender que el arbitraje cambiario sea el negocio más rentable en el país, lo que ha impulsado la corrupción venezolana a las posiciones más altas del ránking mundial.

Todo este caos es consecuencia de un déficit fiscal colosal que ha sido cubierto a través de creación de dinero, represión financiera, endeudamiento y defaults – aún a pesar de la bonanza petrolera que se deriva de un precio del barril de US$ 100. El gobierno de Nicolás Maduro, en lugar de atacar las causas del problema, ha decidido complementar los controles cambiarios y de precios con el cierre de las fronteras y la colocación de lectores de huellas dactilares de los compradores, supuestamente para evitar el “acaparamiento”. Esto constituye una violación a las libertades más básicas de los venezolanos que no se observa en Bolivia, Ecuador y Nicaragua; tres países que presumen de una ideología similar pero mantienen un único tipo de cambio y una tasa de inflación de un dígito.

¿Debería Venezuela hacer default? Si las autoridades adoptaran políticas con sentido común y buscaran el apoyo del Fondo Monetario Internacional y otros prestamistas multilaterales, como lo suele hacer la mayoría de países en problemas, se le aconsejaría renegociar la deuda externa. De esa forma, el peso del ajuste se compartiría con otros acreedores, como ya ha ocurrido en Grecia, y la economía ganaría tiempo para recuperarse, particularmente en la medida que empiecen a madurar nuevas inversiones en las reservas petroleras más grandes del mundo. Los tenedores de bonos harían bien reemplazando sus papeles actuales por instrumentos de más largo plazo que se beneficiarían de la recuperación económica.

Nada de esto va a suceder bajo el mandato de Maduro, quien carece de la capacidad, capital político y voluntad para moverse en esa dirección. Pero el hecho de que su gobierno haya decidido incumplirle a los 30 millones de venezolanos para pagarle religiosamente a Wall Street no debe ser interpretado como una señal de rectitud moral. Es más bien una muestra de su decadencia moral.

martes, 9 de septiembre de 2014

Revoluciones fatídicas

Pedro Palma - El Nacional 8/9/2014

El politólogo Samuel Huntington, profesor de la Universidad de Harvard ya fallecido, escribió un famoso libro titulado Political order in changing societies (Harvard University, 1968), en el que identificaba una serie de fenómenos que caracterizaban a todas las revoluciones, basando su estudio en las investigaciones que había hecho de varias revoluciones, entre ellas la francesa, la rusa, la mexicana y la cubana. Sostenía Huntington que el objetivo central de toda revolución no es alcanzar el bienestar económico, sino cambiar rápidamente los valores de la sociedad en los que se han basado los sistemas políticos anteriores, los cuales, de acuerdo con los nuevos líderes, deben ser abolidos.
Normalmente, esos cambios de valores generan destrucción de la estructura económica tradicional, traduciéndose ello en caídas de la producción y de la inversión, desabastecimiento, ineficiencia, descalabros fiscales, desempleo e inflación, es decir, penuria económica. Sin embargo, los líderes revolucionarios sostienen que ese es el precio que hay que pagar por el triunfo del nuevo sistema político, que busca la igualdad, la equidad y la fraternidad de los ciudadanos, objetivos que son permanentemente vendidos a la gran masa poblacional que tradicionalmente se ha sentido excluida en el pasado, con la finalidad de captar adeptos incondicionales a la revolución, por más fatídica que ella sea.
Sostiene Huntington que, en consecuencia, el éxito económico no es prioritario para las revoluciones. Por el contrario, las privaciones y penurias pueden ser muy útiles para consolidar los procesos revolucionarios. Eso puede explicar lo que para muchos nos resulta incomprensible, cuando hemos escuchado a altos voceros gubernamentales decir que la revolución necesita a los pobres para su consolidación, razón por la que hay que mantenerlos en esa condición, pero dándoles esperanzas de que superarán su precaria condición, objetivo para el cual está luchando denodadamente la revolución. En otras palabras, hay que mantener la miseria, pues ella crea dependencia del Estado y abona el terreno para el clientelismo político, asegurándose el apoyo incondicional de una amplia masa poblacional a través de la manipulación informativa y de la explotación descarada de su ignorancia y buena fe. Eso, a su vez, facilita el logro de uno de los objetivos buscados, cual es la eliminación de la vieja oligarquía del anterior sistema político, para substituirla por otra, pero revolucionaria.
Dice Huntington que las revoluciones limitan la libertad, pero generan identidad de la masa con el nuevo sistema y una ilusión de igualdad, lo cual lleva a buena parte de la población, principalmente a la más desposeída, a aceptar la escasez y las cargas materiales propias de esos procesos políticos. Quizá esa sea la razón por la que el gobierno se niega obstinadamente a implementar los necesarios ajustes y reformas para afrontar los profundos desequilibrios y problemas que padece nuestra economía, prefiriendo no hacer nada para que nada cambie, o profundizar en sus erradas y fracasadas políticas del pasado, asegurando de esta forma la profundización de la crisis, sin importarle que esa irresponsable actitud a lo que llevará es a una mayor penuria y depauperación, particularmente de la población de menores ingresos.
Posiblemente eso responda a un consejo que le pudiera haber dado Fidel Castro a nuestro presidente durante su último viaje a La Habana, ya que después de 55 años de miseria a la que ha sido sometido el pueblo cubano, el viejo dictador debe estar plenamente convencido de que las crisis económicas no tumban gobiernos revolucionarios, recomendándole a nuestro bisoño e indeciso gobernante que en vez de implementar incómodas y dolorosas medidas de ajuste, deje todo igual, o incluso profundice en las abyectas políticas de controles y privaciones tradicionales, para que nada cambie, sin importar las dramáticas consecuencias que ello acarrearía.
Sin embargo, esto lleva al caos y a la destrucción de la institucionalidad, aniquilándose una de las condiciones de base para la perdurabilidad, consolidación y estabilidad de los sistemas políticos, razones por las cuales las revoluciones tienden a ser breves, pues la debilidad e inoperatividad institucional que ellas crean las condenan a desaparecer. Luego viene el largo, prolongado y difícil período de reconstrucción, necesario para corregir el caos dejado por la fatídica revolución, echándose las bases institucionales, políticas, económicas y sociales sobre las que se fundamentará el nuevo orden político, que permitirá avanzar en el deseado proceso de desarrollo sustentable.
Este artículo no apareció en la versión impresa del diario por la crítica escasez de papel que padece.

Auge y caída de PDVSA

JOSÉ TORO HARDY |  EL UNIVERSAL
martes 9 de septiembre de 2014 
El 1 de enero de 1976 la industria petrolera venezolana amaneció nacionalizada. Pasamos a ser dueños absolutos del petróleo de nuestro subsuelo, de nuestras refinerías (ya obsoletas), oleoductos, pozos, edificios, instalaciones y activos en general. 

La duración teórica de nuestras reservas de petróleo era de unos 19 años. Pdvsa nacía con un futuro limitado. Adicionalmente, teníamos un problema que lucía insuperable: no teníamos cómo comercializar la crudos pesados y ácidos que constituían el 75% de nuestras reservas probadas. Para poder colocarlo no teníamos ninguna otra alternativa que hacerlo a través de las empresas que habíamos nacionalizado.

Quizá los mayores activos de la empresa eran el personal extraordinariamente capacitado que habíamos heredado de las multinacionales petroleras y la generosidad geológica de nuestro subsuelo. También tuvimos la suerte de contar con un Valentín Hernández (ministro de Minas e Hidrocarburos de la época) y con el general Rafael Alfonzo Ravard, primer presidente de Pdvsa.

Comenzó así la extraordinaria aventura de Pdvsa. El crecimiento que experimentó la empresa fue vertiginoso. En menos de 25 años Pdvsa pasó a ser la segunda mayor empresa petrolera del mundo de acuerdo con Petroleum Intelligence Weekly y figuraba en la revista Fortune en el número 42 entre las mayores empresas de cualquier tipo en el mundo y como la mayor empresa de cualquier tipo de Latinoamérica.

Empezamos por hacer una reconversión de nuestras refinerías para dotarlas de procesos de conversión profunda para que pudiesen procesar nuestros crudos pesados transformándolos en productos de alto valor. Hicimos un inmenso esfuerzo exploratorio que nos permitió aumentar nuestras reservas probadas de petróleo, las cuales pasaron de unos 18.000 millones de barriles en 1976 a una cifra cercana a los 80.000 millones de barriles en 1998. Nuestra capacidad de producción petrolera alcanzó a 3.700.000 b/d y estábamos mercadeando casi 4 millones de barriles diarios de petróleo, incluyendo el que comprábamos a otros países.

Con el tiempo pasamos a ser propietarios, total o parcialmente de unas 20 refinerías en el mundo entero y nuestra capacidad de refinación era del orden de los 3 millones de barriles diarios.

En Venezuela contábamos con 6 refinerías. A través de Citgo llegamos a controlar el 10% del mercado interno de gasolina de EEUU, el mayor del mundo. En ese país disponíamos de 8 refinerías, numerosos terminales, varios oleoductos y contábamos con una red de 14.500 estaciones de servicio abanderadas con la marca Citgo siendo así capaces de llevar nuestro petróleo desde el subsuelo venezolano hasta los tanque de gasolina de los automovilistas estadounidenses, pasando todo el tiempo por instalaciones venezolanas y agregando valor en cada eslabón de la cadena. Éramos el primer exportador de petróleo a EEUU.

En Europa, en asociación con otras empresa, contábamos con refinerías en Alemania, Suecia, Bélgica y el Reino Unido.

En Saint Croix éramos dueños del 50% de una vital refinería que atendía lo que para Pdvsa era un mercado Premium: el Caribe, al cual se destinaba el 10% de nuestra producción petrolera. También teníamos una refinería arrendada en Curazao.

Nuestra producción petroquímica creció a niveles impactantes, superando en 1998 los 4,1 millones de toneladas métricas. La producción de carbón de Pdvsa alcanzó a 5,1 millones de toneladas en 1998, en tanto que la de Orimulsión (una emulsión estable de agua y petróleo extrapesado que no competía con el petróleo sino con el carbón y servía para la generación de electricidad) se acercaba en 1998 a las 5 millones de toneladas.

Gracias a las distintas modalidades de la Apertura Petrolera teníamos programas que hubiesen llevado la producción petrolera por encima de los 5 millones de b/d (en lugar de unos 2,3 millones de b/d hoy en día). Firmamos 4 grandes Asociaciones Estratégicas que permitieron desarrollar la tecnología necesaria transformar la Faja del Orinoco en una realidad económica. Aunque ya se conocía, no se podía explotar comercialmente. También suscribimos una Asociación Estratégica para el Proyecto Cristóbal Colón que nos hubiese transformado en uno de la principales productores mundiales de gas natural.

¿Qué pasó con esta asombrosa historia de éxito?

Llegó la revolución y paso a paso ha venido destruyendo a Pdvsa. Comenzó a regalar petróleo en lugar de venderlo. Endeudaron a Pdvsa, despidieron a 20.000 trabajadores que acumulaban 300.000 años de experiencia y conocimiento. El personal de Pdvsa pasó de 42.000 trabajadores a 140.000. La politizaron, la degradaron, la endeudaron y aceleradamente la llevan a su destrucción. Ahora quieren vender a Citgo.

viernes, 29 de agosto de 2014

Escalada geométrica de costos operativos - Revisado


Escalada geométrica de costos operativos
Geometric Escalation of Operating Cost
Caso.- Los costos operativos de un Proyecto son estimados en US$200.000
para el año 1,  con un incremento de 10% en cada año subsiguiente.
Con una tasa de 15%,  cual sería el costo operativo anual uniforme para
ser aplicado al final de cada uno de los 10  años?

Solución:

r  = 1.10. x = (1+0.15-1.10)/1.10 = 0.04545
Primer factor = (1.1^9) = 2.3579
Segundo factor =
(1+0.04545^10-1)/0.04545= 12.314
F = $5.807.036
Factor F/A = 0.15/((1+0.15)^10)-1) = 0.04925
A´= $5.807.036 *0.04925 = $285.996

Una serie de igual valor de $285.996 al final de cada uno los años 1 al 10 es

equivalente a la serie “geometric gradient”.

domingo, 3 de agosto de 2014

Caracas, la posible. La urgente

La ciudad de Caracas ha completado 447 larguísimas vueltas al sol transcurridas en una geografía portentosa. No es difícil suponer los ojos aturdidos de Diego de Losada cuando, luego de una fatigante expedición desde El Tocuyo, se le reveló la monumental cordillera que dividía al mar Caribe del verdor de un valle irrepetible. Fundar una ciudad en este espacio de guacamayas acuciantes y laderas nostálgicas era imperativo. Toda belleza incuba el apremio de una conquista. Hoy, los más recientes hijos del valle, estamos confundidos. No sabemos si celebrar o no. Caracas es, en este año 2014, el resumen de nuestro fracaso como país. Detrás de la liturgia de la fecha hay quejumbre, dolores que se abultan y un elenco de problemas que acribillan la música natural de las celebraciones. 
Caracas cumple 447 años. Y no vamos a hablar de sus orígenes, porque sabemos que esta ciudad reniega de su pasado a martillazo limpio. Hoy se nos impone la urgencia de su futuro. Y el presente, lacrado por el caos, es el primer mandamiento de ese futuro. Todos los caraqueños nos preguntamos por qué los tantos regentes que ha tenido esta ciudad no terminan de construirla. Seguimos siendo, como lo decía Cabrujas, “un mientras tanto y por si acaso”.
No existe memoria para apiñar tantas promesas olvidadas,  proyectos inconclusos o gestiones deshonestas. En su mientras tanto, Caracas sigue dispensándonos sus prodigios, esperando agónicamente por nosotros.
 
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Me suelo ufanar diciendo que nací en Caracas, que me gradué en el Liceo Caracas y que soy militante de los Leones del Caracas. Proclamo con tres datos biográficos, sin duda irrelevantes, mi devoción por la ciudad donde ejerzo la vida. 
Caracas es el lugar donde me he enamorado todas las veces, donde aprendí a jugar beisbol y lamer mis propias heridas, donde garabateé mi primer poema y  asesinaron a mi mejor amigo. 
Es la ciudad donde me deslumbré con las páginas de Salvador Garmendia, Juan Sánchez Peláez y Rafael Cadenas. La ciudad donde descubrí el sabor de las arepas en la madrugada. La ciudad que me permitió un amor juvenil en Lomas de Urdaneta y otro en El Cafetal, un amigo en La Vega y otro en el Alto Pinar, quinientos viajes en el autobús de la línea San Ruperto, una cantidad inapreciable de perros calientes en sus esquinas, una lista febril de conciertos en el Poliedro y, sobre todo, una ciudad donde entendí el significado de la palabra democracia. Ese ejercicio de libertad al que no pienso renunciar por más que los fanáticos de Lenin y Fidel se afanen en pulverizarla. 
Es la ciudad donde aprendí a ser peatón y estrellé mi primer vehículo. Aquí he sido tantas veces feliz que no conozco mejor escenografía para mis desánimos. Soy de esta vehemencia del asfalto donde los motorizados me observan con desprecio por el rasante hecho de poseer un carro. Pertenezco a esta luz incrédula y magnífica que tanto persiguen fotógrafos y pintores. Correspondo a este desconcierto colosal donde conviven la calle del hambre, el afán de la moda, la Torre de David, las garzas del Guaire, los ejecutivos del petróleo, los travestis de la Libertador, la gastronomía de los Palos Grandes y el crack de las barriadas. 
Soy aquel habitante de El Paraíso que caminó exhaustivamente la Avenida Baralt y los laberintos de Casalta descubriendo en sus esquinas a Ismael Rivera y a Héctor Lavoe, pero también a Oscar D’León con la Dimensión Latina y al Sonero Clásico del Caribe. El mismo que descubrió los gritos de jonrón en sus calles, cuando la primera base era el tronco de un árbol centenario y la tercera el faro de un Chevrolet del 68.
Hoy, esta generación no conoce los entresijos lúdicos de la calle. Sus avenidas se han convertido en zona de prisa y fuga. Hoy, mi sentido de pertenencia a esta ciudad ha sido vapuleado por sus gobernantes y malandros, a veces, escandalosamente mezclados en la misma cédula de identidad.
Esta es, sin duda, una ciudad cada vez más difícil de querer. Un malentendido que camina con largas zancadas hacia el abismo.
Hoy mi ciudad es mi claustrofobia. Mi estridencia y mi dialecto íntimo.
 
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Vivimos en una capital bombardeada por la virulencia política. Los ojos del Comandante Galáctico nos vigilan desde vallas y paredes mientras sus discípulos invaden terrenos y malversan bienes. La anarquía nos gobierna tras el hachazo que nos partió en miles de pedazos. 
La inseguridad ha definido el biorritmo de la ciudad. Somos inquilinos del miedo. Ya los amantes no se tardan a besos en el carro. Es el amor exprés, consecuencia del secuestro exprés. Ya ni se puede ser un diletante de la amistad en las esquinas.
Hoy la misión primaria de los caraqueños es pugnar con la cultura de la muerte. La ciudad nos ha empujado a las paredes de nuestro hogar. Le robaron la noche, le expropiaron su bohemia. Los centros comerciales, plazas de la posmodernidad, tienen la respiración entrecortada. 
El paisaje urbano por excelencia es la violencia. La muerte es la primera y última noticia del día. Boris Muñoz habla de “ese infinito hilo de sangre que ha hecho que Caracas también sea conocida como la capital de la crónica roja”. Apunta la existencia de dos ciudades que “como hermanas enemigas, a veces logran ignorarse, pero nunca dejan de entrecruzarse”. Dos mitades que se repelen y complementan. 
Somos cada vez menos gregarios, y por tanto, más solitarios. Menos ciudad, y por eso, más isla y guarida. Nuestra vigencia está severamente cuestionada por la escasez de agua en los grifos, luz eléctrica para trabajar o aceite de maíz para cocinar. La Caracas del siglo XXI anda salpicada de estudiantes protestando en masa, madres en la orilla de la morgue, silicona en los glúteos de la vanidad y toneladas de reguetón en las esquinas.
Caracas es una herida en el costado. Unos ojos que destilan gas lacrimógeno. Un semáforo en eterna luz roja. Un buhonero que vende leche en polvo y balas perdidas.
Caracas, la del cielo que desata envidias. Basurero de las grandes ideas, pero también custodia de nuestras ambiciones. Caracas la chic y la chaborra. La risueña y la amarga. El valle bipolar que cantan Yordano, Masserati 2 litros y Mariaca Semprún. La nostalgia impoluta de Ilan Chester, Aldemaro Romero  y Billo Frómeta.   
Alguien ha dicho que el principal lugar común de esta ciudad es la desconfianza. Y, ciertamente, el recelo esta empozado en nuestras miradas. Aprendimos a vernos de reojo.
 
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Es muy fácil hacer una lista de razones para condenar a Caracas.
Nos ha entrenado para tratarla con ironía y hostilidad. Es tan cómodo devolverle los insultos que hemos aprendido a hacerle el odio. Vale la pena el ejercicio contrario: ensayar argumentos para quererla. El desafío de sus ocupantes es reconciliarnos con sus virtudes y exigirle un destino más acorde con las pulsiones de toda metrópolis contemporánea. Olvidamos hacerle el amor.
Yo, por ejemplo, siempre he abonado mi entusiasmo a la leyenda de que en sus aceras deambulan las mujeres más hermosas del planeta. Sea verdad o exceso, me gusta creerlo y muchas veces siento constatarlo. 
 
En esta ciudad es posible honrar la exigencia del paladar más mundano y puntilloso. Se puede exhibir la misma ligereza de vestuario tanto en febrero como en julio o noviembre. El clima de Caracas no es percance, sino bendición. 
 
Su reina madre es la montaña, ese portento que llamamos Ávila. Nuestra postal invicta. La desembocadura de todas las miradas. El talismán que los viajeros se llevan en las maletas de la nostalgia. La brújula y el monumento mayor de la ciudad.
 
Caracas es una ensalada de gentilicios: los cubanos de ahora, los chinos recién llegados, los haitianos del carrito de helados, los colombianos de siempre, los españoles eternos, los italianos sin regreso. Una tierra de inmigrantes que hoy tuerce su cara para buscar una puerta de salida al exilio. Escribió el poeta Juan Calzadilla: “El que huye de la ciudad huye de sí”.
 
Caracas necesita más piropos así como más gerentes que sepan de urbanismo, de cultura callejera, de civilidad y sentido común. Caracas solicita coherencia a grandes dosis.
 
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Yo anhelo una ciudad donde pueda volver a ser peatón en sus 25 kilómetros de longitud. Mis hijos no caminan su ciudad. Van de un lado a otro atrapados en la burbuja de un carro con aire acondicionado. Ambiciono para ellos un asfalto donde puedan jugar caimaneras o manejar bicicleta sin el riesgo de terminar secuestrados. Que este cielo lujoso sea el techo de sus juegos, así como lo fue de los míos.
 
La ciudad posible necesita de nosotros. De nuestra apetencia por ella.
 
La ciudad posible ocurre, por ráfagas, en los mercados callejeros, en las ferias de libros, en los festivales de música y teatro, en las plazas iluminadas y otra vez verdes. 
 
La ciudad posible debe tramar la convivencia entre conductores y motorizados. Donde el maltrato le ceda el paso al respeto. Necesita ciclistas y músicos ambulantes, cafés y restaurantes al aire libre. Una urbe donde se recupere el placer de la tertulia. Donde no se nos escape el sol en colas perpetuas para buscar comida o regresar al hogar. Donde la calle sea coctel y vorágine para el asombro y la maravilla.
Una ciudad, sobre todo, donde la vida le gane la batalla a la muerte.
 
Quiero la Caracas que se despliega en los folletos del entusiasmo turístico. Esa Caracas descrita por fabuladores y mitómanos. Esa Caracas siempre fotogénica y ávida de mejores caricias. 
 
La ciudad posible nos espera en algún lugar del futuro y en la terquedad de los optimistas.
 
Merecemos que este pavimento de nuestro agobio vuelva a ser sucursal y cielo. 
 
Toda ciudad es la suma de su gente y la impronta de su geografía. Por eso, en honor del carisma indestructible de Caracas, se impone  refundarnos. 
 
Somos seis millones de personas que aspiramos a la concordia definitiva. Ese supremo acto de civilización que nos devuelva la posibilidad de vivir sin abismos en una de las ciudades más luminosas del Caribe. 
 
Debemos exigir lo que merecemos ser: ciudadanos de la alegría y no de la furia. Caraqueños que recuperaron la risa y el apego.
 
Caracas, la ciudad bendita que alguna vez se nos perdió en la traición de sus propios habitantes.
  

Caracas, la posible. La urgente.



Discurso como orador de orden 
en el acto de celebración del día de caracas

jueves, 24 de julio de 2014

EL SAQUEO DE PDVSA

Tomado de la columna de Omar Lares. - El Universal 24/07/2014
PDVSA sigue constituyendo el drama mayúsculo que ha confrontado Venezuela desde aquel gris día en que comenzó a politiquear Chávez y dárselas de "Comandante Supremo". Pocos meses antes de morir, Jorge Olavarría desmenuzó una de las más dañinas facetas que jamás se hayan conocido: -EL SAQUEO DE PDVSA- "La historia petrolera de Venezuela no la hicieron ladrones como los que hoy la dirigen, y no la deben escribir los pícaros aventureros y charlatanes que hoy mienten y distorsionan para justificar el nauseabundo saqueo que hacen de PDVSA. En la mayor industria del país se han roto todas las barreras de la decencia y la honestidad. En una empresa de esa magnitud, que compra y vende millones, se violan todas las normas conocidas de control y contabilidad. Lo que allí priva es un frenesí de capacidades ilimitadas; desde pequeñas raterías, hasta maniobras de alto vuelo financiero en la venta del petróleo. El obsceno enriquecimiento ilícito de quienes visiblemente se están lucrando con ello, debe ser contrastado con los personajes dignos y decentes que hicieron la historia de la industria petrolera venezolana". ¿Cómo no entregarles copia de esta reflexión al Presidente chino? ¡Se cansa uno!