Editorial del diario El Nacional de febrero 10 de 2014
Mientras varios de los indicadores clave de la economía decrecen, otros
llevan una tendencia contraria: crecen de forma irremediable. Por
ejemplo, decrece el número de industrias, baja la producción y la
disponibilidad de bienes imprescindibles es cada vez menor. Al mismo
tiempo, aumenta la inflación, la importación de bienes y la dependencia
del petróleo alcanza el nivel de la desesperación.
En el punto
donde se encuentran lo que crece y lo que decrece están las víctimas de
este ruidoso fracaso: ciudadanos que viven en estado de no hay.
Personas que todos los días deben hacer colas (las colas: es una de las
realidades que más crecen) con el fin de comprar los más básicos
alimentos para sus cocinas
El no hay es la realidad bizarra,
creación sin precedentes del chavismo y del madurismo, en tiempos en los
que los ingresos petroleros del país han superado todas las
expectativas. La primera y más aplastante dimensión del no hay es el
derecho a la vida. Producto de quince años de incompetencia,
permisividad y cabría decir que estímulo, funcionarios sin ninguna
experiencia y una funesta política carcelaria, la delincuencia ha tomado
el control de las calles, desafía a la autoridad todos los días y mata
de forma inclemente en cualquier parte del país. Diga lo que diga el
gobierno, lo cierto es que la delincuencia decide sobre nuestras
conductas, nuestras rutinas y nuestro vínculo con lo que nos rodea.
No
hay garantía alguna de mantener la vida, ni tampoco de recibir la
atención médica adecuada. No hay seguridad de que hospitales y clínicas
tengan los medicamentos para los pacientes ni los insumos para mantener
operativos los quirófanos. No hay, como ya sabemos, equipos
suficientes y en buen estado para radiar a los pacientes con cáncer. No
hay tampoco seguridad alguna de no ser atracado o asesinado en los
pasillos de los centros médicos, como tampoco en aulas e instalaciones
educativas, en centros comerciales o en las narices mismas de los
funcionarios policiales o militares que han sido designados por planes
rimbombantes a la tarea de ¿asegurar? nuestras vidas.
La lista
de lo que no hay en Venezuela tiene ribetes de obscenidad, de realidad
pervertida hasta lo inconcebible. No solo no se producen vehículos,
sino que tampoco hay repuestos para miles de automóviles que ahora
mismo tienen meses parados. ¿Quién protege a sus propietarios de una
política económica y cambiaria cuyo resultado es la paralización de un
bien adquirido para circular? No hay
papel para la prensa ni para la
impresión de libros, como no hay ni siquiera libros importados, ni
recursos económicos suficientes para las universidades ni tampoco los
materiales para que puedan funcionar los laboratorios de esas
universidades. Pero la lista del no hay no termina aquí. La lista de
las víctimas del
no hay suma además a los estudiantes ve- nezolanos
en el exterior y a los familiares que recibían remesas fuera de las
fronteras venezolanas, de personas que trabajan en Venezuela. Este
editorial sobre lo que
no hay podría crecer por páginas y páginas, pero no tendríamos papel dónde publicarlo y compartirlo con nuestros lectores.
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