Son
millones los que no entienden cómo el súper "boom" petrolero de los
últimos años pueda haber desembocado en la maxidevaluación decretada
para el 13F, Miércoles de Ceniza. Y creo que muchos del gobierno
tampoco. Con esta nueva incoherencia de su política económica, queda más
que demostrado que todo el modelito del chavismo está convertido en una
matriz generadora de problemas, no de soluciones.
Toda maxidevaluación es tóxica porque provoca múltiples
desajustes financieros en todos los sectores, que no pueden ser
detenidos en forma rápida y que a la vez interactúan entre sí, creando
condiciones para nuevos desequilibrios. Por ello, los gobiernos con
criterio las previenen ajustando sus políticas por adelantado. Pero los
gobiernos prepotentes prefieren mandar el tipo de cambio al foso antes
que modificar sus políticas. Así fue como el gobierno venezolano siguió
en 2012 cometiendo disparates financieros. Y se encontró, como nuevo
gobierno este año 2013, en una situación como la que enfrentó su
antípoda, Carlos Andrés Pérez, en 1989 cuando heredó un inmenso déficit
fiscal, reservas de divisas depletadas y una hundida calificación
crediticia internacional. La diferencia ahora es que el gobierno hereda
de sí mismo esta calamidad.
La maxi no sirve para hacer competitiva la producción nacional
ni en el mercado interno ni en el exterior, porque continúa el divorcio
de costos relativos entre el "made in Venezuela" y, por ejemplo, el "made in China".
No sirve para estimular el empleo ni las inversiones en nueva capacidad
productiva, porque la relación entre fuentes de trabajo y
disponibilidad de capacidad de producción tiene una platabanda de
concreto impuesta por la miríada de controles económicos y
administrativos, incluyendo el cambiario. En lo social, el panorama no
es distinto. En empleo, por mencionar un aspecto, el efecto contractivo
de la devaluación supera su eventual efecto expansivo.
Y mientras el problema de fondo sigue siendo la inflación, el
gobierno sigue fiel a ese credo ingenuo de que la inflación no importa
mientras la economía crezca, que hace décadas reinaba en países como
Brasil y Chile, con nefastas secuelas para la población. De hecho, el
bolívar se había desvalorizado internamente por la inflación mucho antes
que el gobierno lo devaluara respecto al dólar, no para reestructurar
la economía sino para hacerse con un "dinerillo" extra con fines
fiscales y quizá testar las aguas políticas antes de adelantar otras
"sobrevenidas" acciones expropiatorias de ahorros, salarios y pensiones,
en beneficio del presupuesto revolucionario.
El gobierno parece ignorar que se ha colocado a sí mismo en una
vorágine económica de alto potencial inflacionario adicional. Tiene
montado un rígido modelito similar a lo probado antes por varios
gobiernos del país, y por otros de América Latina, con resultados
detestables. Ojalá no se le ocurra probar ahora con expandir la
aplicación del modelito cubano, más tétrico que todos los anteriores.
Con un mal gobierno y una enigmática oposición política, la
nación sigue en el tránsito hacia un estadio de disolución mucho peor
que la anomia, algo que pudiera llamarse la inopia, en el que todos
quieren defender lo suyo a pesar de que nadie realmente, excepto los
grandes jerarcas, tienen seguro nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario